Que se lo pregunten a Bogart, o casi mejor a Huston. Alguno de ellos tiene que tener la clave de ese material inconsistente y alucinógeno, a veces imprescindible para la vida.

Tras haber visto «El halcón maltés», tengo la sensación de que el cine no se entendería sin esta película. Aquí encontramos al protagonista listo, duro, sarcástico y con buen fondo pese a las apariencias, que se pierde entre los recovecos de una trama de intereses múltiples y entre las faldas de una mujer de aspecto angelical. Muchos habéis hablado ya de Bogart, así que yo hablaré de Peter Lorre, insuperable en la piel del retorcido y elegante Joel Cairo, personaje que he visto que se incluye entre los homosexuales tapados del cine. Puestos a rebuscar, también añadiría a Gutman. ¿Seré malpensada por naturaleza?

La verdad es que me puse a verla con el miedo en el cuerpo, por lo liosa que dicen (y recuerdo) que era la trama. Quizá es que ya me sonaba la cosa, o quizá es que el argumento es, fundamentalmente, sencillo, con la sencillez de las historias bien montadas. Eso sí, hay que estar muy atento, porque cualquier detalle puede desconectarte. Por lo demás, simplemente correcta, sin muchos alardes y sin ninguna floritura.

Cine negro y amargo, con toques de cinismo, cigarrillos, pistolas, rubias y morenas, muertos y villanos. No está mal.