De repente la película se transforma en algo estereotipado, con clichés y música extradiegética cual glutamato. Lo que parecía una película que iba a transitar caminos reflexivos, innovadores, incluso relevantes a nivel intelectual y emotivo, se convierte en la típica historia de dos personajes inadaptados, extravagantes, alienados, que unen sus fuerzas para luchar contra una injusticia cotidiana, ya que la policía, una vez más, es incompetente.

Mención especial para lo que sucede tras morir el chico rubio... los otros dos malhechores, impulsivamente, sin pensárselo dos veces y sin sufrir ningún tipo de impacto emocional tras la muerte de su amigo/conocido, secuestran a la protagonista para que les ayude en un robo. Ay amigos, tendrá que personarse el propio Aristóteles para impartir lecciones de verosimilitud por aquellas tierras. No tiene ni pies ni cabeza.

Y luego está el final: de lo más caprichoso y gratuito que recuerdo en años. La coreografía de pistolas, estrellas ninja y cuchillos que se despliega es infame. Debe ser que en Estados Unidos no está permitido resolver ninguna película sin violencia (como mínimo tiene que salir una pistola). Y por si esto fuera poco, después la protagonista se echa a correr por el bosque y el maleante de turno la persigue (no sabemos por qué, quizás me perdí el motivo por culpa de un bostezo), ésta se cae en una charca donde hay una serpiente (coincidencias de la vida) y sigue el juego del gato y el ratón hasta que el propio maleante cae a la charca y la serpiente le muerde. Y aquí una ya no sabe si esto es Sundance o Hollywood.

En definitiva, pésimo desarrollo y peor desenlace para algo que prometía inicialmente.