El talento, la brillantez, la trasgresión y el arte salvaje de Salvador Dalí casi ni son mencionados en una película que se encarga puramente de destacar y subrayar sus fiestas y orgías sexuales.
El trabajo de Ben Kingsley es perfecto, está a la altura de un personaje que supo convertirse en una obra de arte a sí mismo, siendo Irreverente, auténtico y profundamente excéntrico.
En segundo plano queda la gran actuación de Christopher Briney quien logra trascender y operar en favor de Dalí, siempre desde las sombras y pura y exclusivamente en beneficio de su mentor. Otra gran actuación del joven actor.
Sin lugar a dudas, los puntos flacos del filme los aporta su directora haciendo un desenfoque total de la obra de uno de los genios más grandes del siglo XX, pese a que ese desenfoque aporta otros puntos de vista, estos son casi vulgares al lado de lo que verdaderamente importaba en la vida de Dalí, su obra.-