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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
2
Drama. Acción Pese a haber gozado de gloria y de premios en su pasado, un luchador (Jake Gyllenhaal) ha caído en desgracia. Sin embargo, no se rinde y toma la decisión de mejorar su imagen por el bien de su mujer (Rachel McAdams) y su hija. (FILMAFFINITY)

18 de abril de 2017
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El boxeo puede ser uno de los pocos lugares donde todavía debe quedar alguna migaja o pizca de romanticismo todavía (no hablo de velas, rosas, citas a ciegas y otras mierdas similares, me refiero, obviamente, a sangre, pasión, delirio y destrozo, a la vida rota de dolor y fuego, a pura leyenda llameante de ira y un yo como un imperio arrebatador y embravecido, rompiéndose, cayéndose a pedazos de negrura, amargura y agonía, en eso pienso si no me pongo muy intenso).
O eso quisiéramos creer. Un deporte, por llamarlo de alguna manera que no sea demasiado equívoca, donde la gente (pobre gente casi siempre) se parte el alma y se rompe la madre, se juega la vida en sentido metafórico y casi literal. Donde la hipocresía no existe y la lucha por la vida se mide en sudor, kilos y golpes. Claro, si no fuera porque está ultrasuperprofesionalizado y tan contratado. Dame dinero y quítame poesía. Firma un contrato y estrangula la épica. Negocia ese combate añorado para esa televisión de pago y ya no se hablará más de azar, libertad o juego. En fin, un negocio, con todo lo que eso significa de falsedad, de mentiras gordas como puños, de cálculo, de dólar y trapicheo. Pero aun con todo, algo debe quedar del humano anhelo de inmortalidad y mitos, de héroes y verdad. Tal vez lo encontremos si miramos bien.
La pena es que donde seguro que no lo vas a tener es en el cine. En casi todo el cine. Y mucho menos en esta película tan vencida y conducida. Es más, el cine suele asesinar a sangre fría, con mucha alevosía, cualquier atisbo de imperfección jocunda o creadora en aras de unas historias pacatas, limadas y muy previsibles, burdas, rigoristas y reprimidas; cine puritano, beato, lleno de santos, redenciones, sermones, liberaciones y monsergas que no aguantaríamos a nadie, a ningún cura, padre o ser perverso parecido, saldríamos corriendo para acabar cayendo en una sala de cine con..., qué desgracia la nuestra, siempre estamos en sacristía, más religión, de la Biblia a la filfa, de Málaga a Malagón, al mogollón, sí, como en esta ocasión; púlpito, incienso, hostia, confesión, arrepentimiento y perdón. Gyllenhaal y su calvario mártir en busca de la luz. Forest y su sotana negra como cura tuerto y redentor. Con niña querida, mujer amada y servicios sociales que velan por el bien de la comunidad, como debe ser, como suele ser, faltaría más. Si tu me das calor, yo te doy custodia.
El caso es que (sorpresa, sorpresa) nos cuentan la sempiterna historia del boxeador que las pasa perramente y que no se rinde tan fácilmente. Esta vez nuestro titán tiene las luces justas, el seso escurrido. No filtra. Le mentan a la parienta y reacciona como un adolescente granujiento y sin desasnar. Por lo que debe ser, por su comprobada falta de criterio y discernimiento, guiado y controlado en todo momento por su santa y los que le rodean (entre amigos cariñosos y algún fariseo que otro).
Algo pasa, la cosa se tuerce y luego emerge. Que así sea. Ni el oráculo de Delfos lo hubiera imaginado tan de este modo. Ni Tales de Mileto o Heráclito lo creerían.
Con maloso de origen colombiano y de apellido Escobar (qué imaginación y sutileza la de los guionistas, no se les escapa una, como si en una película colombiana el felón boxeador de genes gringos se llamara Al Capone). Qué miedo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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