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Voto de Ferdydurke:
2
6,8
15.284
Drama
Historia sobre un conductor de autobús y poeta aficionado sobre las pequeñas cosas llamado Paterson, que vive en Paterson, New Jersey. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2016
34 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un autor es lo que tiene, que se suele repetir, ya que su tesoro interior es tan valioso, original y necesario para la marcha del mundo y el futuro de la humanidad que debe ser custodiado y cuidado con un mimo especial y siempre renovado. No se necesita cambiar ni explorar, para qué, que lo hagan los demás, a lo sumo se cambia de ropa o paisaje, de nombre, pero la esencia continúa y permanece, es inviolable e innegociable.
En cambio los artesanos, del nutrido ejército de los don nadie, se deben a los demás, necesitan estar abiertos, a expensas del resto, de lo que les den. Ellos solo realizan, dirigen, organizan, no inventan ni crean nada ni importan mucho, solo ponen el nombre, no el alma.
Sí, Jarmusch se repite. Otra miniatura pagada de sí misma y vacía por completo. Otro pastiche lleno de remiendos, nimiedades y miradas satisfechas en el reflejo del espejo de su arte y guapura. Otra mezcolanza de citas, poemas, banalidades y estupideces.
Y es que para ser un autor de verdad no vale con tener buen gusto, haber leído lo suyo y ser un pillastre, ni siquiera vale con la inteligencia o la voluntad, se trata de otra cosa, de jugártela esta vez de verdad, de sacarte las tripas si hace falta, de ir contracorriente, alérgico a modas o facilidades, nunca al dictado del poder, pero sobre todo y muy especialmente se trata de ser autocrítico, desconfiar de hasta de uno mismo, nada autocomplaciente ni relamido, no fiarte de las bobadas o enormidades que se te ocurran de buenas a primeras por mucho que el redomado coro siempre raudo y presto te las aplauda con la fruición esperada y acostumbrada, una vez más, el perro de Pávlov, acción y reacción, buenos chicos todos. Deberías más dudar. Incluso tener sospechas. Dejarlo estar si no eres capaz de arriesgar y contar de veras.
No basta tampoco con apartarse de lo convencional ni con tratar de acercarse a la vida ordinaria de los humildes desde un supuesto nuevo ángulo, eso no es poesía ni celebración de la existencia ni el hallazgo minúsculo del milagro de la vida, no, si te quedas en la superficie, en la pura tontería, en el enunciado, en la carcasa, si eres tan cool, snob, in, out, guay, chupi y piruli, dabuten, macho. De este modo, acabas como un pelmazo que no hace más que obras aguadas y descafeinadas, anémicas y romas. Ser más profundo no equivale o consiste en ser más simple ni en mirarse tanto al ombligo.
Lo diremos de otra forma más directa. Película pedante y ensimismada otra vez. Blanda, fofa, autista en su terca vanidad y falta de sustancia. Ridícula por momentos. Bobalicona a ratos. Con unos personajes sin vida (parecen idiotas la mayor parte del tiempo, como si un pulpo gigante les hubiese extraído el líquido vital en mitad de un sueño y a cambio les hubiese dejado un narcótico de un poder devastador), unos diálogos atontados (dale con los pastelitos y la puñetera guitarra, recuerdan esas charlas de infinito amor y comprensión familiar a las de "Fargo" entre la protagonista y su marido, aunque en aquel caso las intenciones de los Coen eran muy diferentes, sano cachondeo, no entronización de lerdos), mucho relleno preñado de poses y frases sueltas que no aportan más que minutos tardos y cansinos, situaciones forzadas y sin gracia ninguna (la niña que lee a Dickinson, los amantes de Teruel que nos quieren matar de tontuna, el barman filósofo, las conversaciones autobuseras tan espontáneos, interesantes y naturales... ).
Puro celofán. Timo de la estampita.
En cambio los artesanos, del nutrido ejército de los don nadie, se deben a los demás, necesitan estar abiertos, a expensas del resto, de lo que les den. Ellos solo realizan, dirigen, organizan, no inventan ni crean nada ni importan mucho, solo ponen el nombre, no el alma.
Sí, Jarmusch se repite. Otra miniatura pagada de sí misma y vacía por completo. Otro pastiche lleno de remiendos, nimiedades y miradas satisfechas en el reflejo del espejo de su arte y guapura. Otra mezcolanza de citas, poemas, banalidades y estupideces.
Y es que para ser un autor de verdad no vale con tener buen gusto, haber leído lo suyo y ser un pillastre, ni siquiera vale con la inteligencia o la voluntad, se trata de otra cosa, de jugártela esta vez de verdad, de sacarte las tripas si hace falta, de ir contracorriente, alérgico a modas o facilidades, nunca al dictado del poder, pero sobre todo y muy especialmente se trata de ser autocrítico, desconfiar de hasta de uno mismo, nada autocomplaciente ni relamido, no fiarte de las bobadas o enormidades que se te ocurran de buenas a primeras por mucho que el redomado coro siempre raudo y presto te las aplauda con la fruición esperada y acostumbrada, una vez más, el perro de Pávlov, acción y reacción, buenos chicos todos. Deberías más dudar. Incluso tener sospechas. Dejarlo estar si no eres capaz de arriesgar y contar de veras.
No basta tampoco con apartarse de lo convencional ni con tratar de acercarse a la vida ordinaria de los humildes desde un supuesto nuevo ángulo, eso no es poesía ni celebración de la existencia ni el hallazgo minúsculo del milagro de la vida, no, si te quedas en la superficie, en la pura tontería, en el enunciado, en la carcasa, si eres tan cool, snob, in, out, guay, chupi y piruli, dabuten, macho. De este modo, acabas como un pelmazo que no hace más que obras aguadas y descafeinadas, anémicas y romas. Ser más profundo no equivale o consiste en ser más simple ni en mirarse tanto al ombligo.
Lo diremos de otra forma más directa. Película pedante y ensimismada otra vez. Blanda, fofa, autista en su terca vanidad y falta de sustancia. Ridícula por momentos. Bobalicona a ratos. Con unos personajes sin vida (parecen idiotas la mayor parte del tiempo, como si un pulpo gigante les hubiese extraído el líquido vital en mitad de un sueño y a cambio les hubiese dejado un narcótico de un poder devastador), unos diálogos atontados (dale con los pastelitos y la puñetera guitarra, recuerdan esas charlas de infinito amor y comprensión familiar a las de "Fargo" entre la protagonista y su marido, aunque en aquel caso las intenciones de los Coen eran muy diferentes, sano cachondeo, no entronización de lerdos), mucho relleno preñado de poses y frases sueltas que no aportan más que minutos tardos y cansinos, situaciones forzadas y sin gracia ninguna (la niña que lee a Dickinson, los amantes de Teruel que nos quieren matar de tontuna, el barman filósofo, las conversaciones autobuseras tan espontáneos, interesantes y naturales... ).
Puro celofán. Timo de la estampita.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El cine (un poema, de hecho es el poema número uno de una larga serie, quizás una pamema, tú decides, amigo)
Las taquilleras son jóvenes y guapas. Los espectadores viejos y feos.
Los hermanos Lumiere no eran gemelos, eran franceses, sin embargo. Los gemeliers, como su mismo nombre sugiere con arte, incluso indica, sí.
William Carlos Williams nació en Nueva Jersey. Otros también. Nueva Jersey es un estado. Philip Roth es de allí igualmente, así como escritor y famoso.
Hay risas en la sala. El perro gusta (la tierra será perruna o no más será). Paterson no tanto. Muchos se aburren. Alguno se divierte.
El sol es amarillo, cuando no es rojo. A veces está apagado. Es una estrella agonizante.
Si la noche que ahora cubre con su manto fúnebre este día tan triste y frío fuera nuestra única medida, qué haríamos entonces, a quién rezaríamos, hibernaríamos, tal vez, como osos polares y nunca más saldríamos de nuestros acogedores agujeros, se pregunta el solitario espectador de la esquina más alejada con la contención mística de un santo silente.
Ese esquimal dice que sí. Yo digo que no. Si quieres participar, manda un sms con tu móvil recién estrenado que te gusta tanto y es tan bonito y útil y hasta indispensable y que seguramente contiene además valiosos minerales africanos al 23232323.
Las taquilleras son jóvenes y guapas. Los espectadores viejos y feos.
Los hermanos Lumiere no eran gemelos, eran franceses, sin embargo. Los gemeliers, como su mismo nombre sugiere con arte, incluso indica, sí.
William Carlos Williams nació en Nueva Jersey. Otros también. Nueva Jersey es un estado. Philip Roth es de allí igualmente, así como escritor y famoso.
Hay risas en la sala. El perro gusta (la tierra será perruna o no más será). Paterson no tanto. Muchos se aburren. Alguno se divierte.
El sol es amarillo, cuando no es rojo. A veces está apagado. Es una estrella agonizante.
Si la noche que ahora cubre con su manto fúnebre este día tan triste y frío fuera nuestra única medida, qué haríamos entonces, a quién rezaríamos, hibernaríamos, tal vez, como osos polares y nunca más saldríamos de nuestros acogedores agujeros, se pregunta el solitario espectador de la esquina más alejada con la contención mística de un santo silente.
Ese esquimal dice que sí. Yo digo que no. Si quieres participar, manda un sms con tu móvil recién estrenado que te gusta tanto y es tan bonito y útil y hasta indispensable y que seguramente contiene además valiosos minerales africanos al 23232323.