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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama Reinado de Jorge III de Hannover (1760-1820). El rey de Inglaterra, sufre inesperadamente una fuerte depresión que degenera en una especie de locura que lo aparta de la Corte. Mientras tanto, el Príncipe de Gales (el futuro Jorge IV) y algunos sectores de la clase política planean diversas acciones para incapacitarlo y arrebatarle el trono. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deliciosa comedia regia que empieza fuerte y acaba en gloria, por el camino se entretiene, pierde, repite y agota la fórmula, pero el viaje mereció la pena, Dios salve al rey y todo eso.
El oficio de rey es como otro cualquiera, una ridícula farsa, nadie trabaja, pura nada, filfa y chufla, una tópica, repetitiva representación teatral en la que siempre tienes que recordar tu papel, si lo olvidas o ya te aburre o quieres cambiar de aires, escapar de la rutina, descansar de una vez de ti mismo, estás perdido, las bestias colgadas de las vigas ahí afuera están a la espera de tu probable caída para saltar sobre tu cadáver todavía caliente y así usurpar tu lugar sagrado, mear sobre tus cenizas, pisar tu memoria.
Toda persona, hasta un rey, necesita referencias, orden, normas y criterio, premios y castigo, algo más que solo serviles y aduladores lacayos, ya que si no, estás expuesto a la locura, al desvarío, a tanto suplicio y martirio, que no es otra cosa que la falta de todo eso, demasiado placer y relajo, tanto quererse a uno mismo y dar rienda suelta al instinto, a todo lo que uno lleva dentro mucho tiempo reprimido, retenido, la ausencia de sentido, el desconocimiento de los límites, como un océano sin fin ni principio en el que te ahogas sin remedio, una nada densa, sin tiempo ni espacio, un siniestro vicio.
La película luce un gran sentido del humor, chispazos de brillante ingenio y una sana irreverencia que se ríe de cualquier forma de trascendencia; su pena es que tiene una trama muy esmirriada y muy simple, una estructura básica, vana, que se conoce rápido y después cansa, algo así como que el rey se vuelve loco y el hijo quiere ocupar su puesto, aunque le llamen regente; los de un bando desean que se recupere para mantener sus puestos, esas felices cargas; los del otro lo contrario, que siga eternamente loco para así ponerse ellos y sustituir a los otros, vamos, lo de siempre, las eternas luchas de poder a muerte, para llenarse los bolsillos, aunque aquí sea visto todo de manera bufa, como una ópera cachonda. Y no hay más. Todo es un poco mucho superficial, finalmente banal, a pesar del logrado y sarcástico divertimento, a pesar de tantas deposiciones reales y chascarrillos con orinales, ese gran invento tan infravalorado, injustamente despreciado y hasta, ¡oh, horror!, orillado.
Además de toda la buena gracia, los planos que son como cuadros barrocos y la mirada de hielo del doctor Holm, lo mejor es Händel, esa música es tan imponente y apoteósica que te dan ganas de irte tú mismo pitando a la corte más cercana y ponerte a trepar sin parar hasta llegar a ser de alguna buena posible reina su estupendo consorte.
Suena hasta el himno de la Champions, Händel siempre fue muy futbolero, qué más quieres, Baldomero.
Hawthorne y Mirren, muy bien. Pero la mejor de todos es la intriganta y pérfida Lady Pembroke, la bella Amanda Donohoe, de carnes aviesas y mente perversa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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