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Voto de Ferdydurke:
1
27 de junio de 2021
3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tierno verano de lujurias y azoteas. El baile de agosto. Young Adam. Sunset Song o The Deep Blue Sea. El secreto de Vera Drake. Mr. Holmes. Filth, el sucio. La náusea.
Qué horror, qué espanto y qué engendro, cuánto desastre verbenero.
Lo que apuntaba a drama rural preñado de sentido y sensibilidad, ahíto de hermoso dolor, deriva inopinadamente en folletón escabroso/casposo hasta las trancas de truculencia, idiotez, efectismo, maniqueísmo y majaderías a espuertas, a manos llenas, hasta realismo mágico nos meten de contrabando estos cabrones o cabronas por llamar de algún modo a ciertas situaciones que en verdad más parecen comedia que denuncia o moraleja, en fin, que como tortura china esta película es cosa fina, que ni la ley de extranjería, entre la mucha vergüenza y la bastante pena, a borbotones de miseria y vileza, te apuñala por la espalda con su infinita bajeza. Como diría el gran Dersu Uzala, este miasma/marasmo/magma/esmegma es una mala persona, muy mala gente.
Convierten a un pobre chaval, todo sea por la causa, no perdonan ni respetan nada, ni siquiera la infancia, en la vieja del visillo que todo lo sabe y lo cuenta, como si fuera una pobre anciana de pueblo, viuda aburrida todo el santo día, enorme comadre con la oreja pegada a las paredes y los ojos ciegos de tanto mirar por las ranuras de las puertas.
Meten a malvados de tebeo, como salidos de Sandokán nada menos, dentro de, se supone, un realismo feroz y cristalino.
Por otra parte, hay que ver qué deprimentes que son estos británicos cuando a ello se ponen, más si cabe los de posguerra y no digamos más si nos vamos a Escocia, esa fealdad opresiva en el ambiente, esa pobreza, esa tristeza, ese gris perenne, para emigrar definitivamente, ya te lo decían en Trainspotting, huye, mequetrefe.
Tomates verdes fritos o Abejas bailaoras en ristre, tú eliges, Maciste.
Faldas, gaitas y Carmen Amaya.
La más jovencita es muy mona, mucho llora, y Anna es una vieja conocida y una gran actriza o actora, ellas no son el problema, desgraciadamente tampoco la solución, más bien el error es de guion, esa cuchufleta, una trama, su pirotecnia, cochambrosa, delirante, oligofrénica, saturada de escenas de bochorno, cuánta afrenta, vaya quiebra.
Qué horror, qué espanto y qué engendro, cuánto desastre verbenero.
Lo que apuntaba a drama rural preñado de sentido y sensibilidad, ahíto de hermoso dolor, deriva inopinadamente en folletón escabroso/casposo hasta las trancas de truculencia, idiotez, efectismo, maniqueísmo y majaderías a espuertas, a manos llenas, hasta realismo mágico nos meten de contrabando estos cabrones o cabronas por llamar de algún modo a ciertas situaciones que en verdad más parecen comedia que denuncia o moraleja, en fin, que como tortura china esta película es cosa fina, que ni la ley de extranjería, entre la mucha vergüenza y la bastante pena, a borbotones de miseria y vileza, te apuñala por la espalda con su infinita bajeza. Como diría el gran Dersu Uzala, este miasma/marasmo/magma/esmegma es una mala persona, muy mala gente.
Convierten a un pobre chaval, todo sea por la causa, no perdonan ni respetan nada, ni siquiera la infancia, en la vieja del visillo que todo lo sabe y lo cuenta, como si fuera una pobre anciana de pueblo, viuda aburrida todo el santo día, enorme comadre con la oreja pegada a las paredes y los ojos ciegos de tanto mirar por las ranuras de las puertas.
Meten a malvados de tebeo, como salidos de Sandokán nada menos, dentro de, se supone, un realismo feroz y cristalino.
Por otra parte, hay que ver qué deprimentes que son estos británicos cuando a ello se ponen, más si cabe los de posguerra y no digamos más si nos vamos a Escocia, esa fealdad opresiva en el ambiente, esa pobreza, esa tristeza, ese gris perenne, para emigrar definitivamente, ya te lo decían en Trainspotting, huye, mequetrefe.
Tomates verdes fritos o Abejas bailaoras en ristre, tú eliges, Maciste.
Faldas, gaitas y Carmen Amaya.
La más jovencita es muy mona, mucho llora, y Anna es una vieja conocida y una gran actriza o actora, ellas no son el problema, desgraciadamente tampoco la solución, más bien el error es de guion, esa cuchufleta, una trama, su pirotecnia, cochambrosa, delirante, oligofrénica, saturada de escenas de bochorno, cuánta afrenta, vaya quiebra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por ejemplo, sin orden ni concierto, puro divertimento:
- Cuando el chaval corre a contarle al papa, con todo lujo de detalles, la escena lésbica tan calenturienta, esas carnes prietas que abrevan, ¿cómo? Sin ninguna duda.
- Cuando abortan a la bendita de aquella tan mala manera, nada democrática ni santa, tubo mediante, ¿cómo? Claro, por supuesto.
- Cuando las abejas, que no avispas traicioneras, se transforman en el espíritu santo, lo confirmamos en este periódico, una exclusiva.
- Los escupitajos del pueblo, más saliva, esa sutileza.
- El primer encuentro de las dos tan casual, original, espontáneo y posible, cómo el amor se abre paso y el deseo es tan apasionado, todo ese trayecto y su esmero.
- El intento de violación del macho cabrío, que se suma a la violación rememorada para que aquí no falte de nada, tenemos todo el surtido, antaño y hogaño, las aberraciones suman y siguen.
- La chicuela muerta por culpa de una madre absurda.
- El papa que se va a recuperar a su hembra cuando cree que ella está con otro, inmediatamente a la carrera, vamos a lo loco.
- Todo. Eso. Mejor.
- Y mira que soy bueno y que se me olvidó el amor interracial tan pleno como de trasfondo silencioso que da mucho el pego, es que se me empañan los ojos y con todo yo solo no puedo.
- El final imposible, más delirio, tú te vas a California y yo me quedo en Boston, a partir la pana, yo curo enfermos, tú... ahí mismo... surcando el tiempo, ese invento para necios.
Podría ser también una versión libre de El amante de Lady Chatterley o de cómo una doctora, toda una señoritinga muy estudiada y pija, degenerada y tortillera, le pone un piso nunca mejor dicho a la susodicha, manceba o concubina y también madre del niño de las abejas, ese tremendo abejorro que tan pequeño y ya da mucho miedo, para poder gozar a modo de ella, a rienda suelta, a tumba abierta, sin freno ni medida, viva la jodienda, que está muy buena, hasta que se cansa del juguete, usar y tirar y, cómo no, la echa o despide, deja su puesto vacante, el resto sería cuento, afeite, farfulla, excusa, un adorno para el pueblo que siempre tiene los mejores sentimientos y está de amor repleto.
Epílogo: Allí, en ese mismo lugar tan idílico ahora están celebrando debidamente la semana del orgullo gay casi como aquí, en Madrid, y todos los hijos y nietos de estos personajes van en la carroza tirando confetis y llamando a la biodiversidad ecosostenible, hip hip hurra.
A un panal de rica miel.
- Cuando el chaval corre a contarle al papa, con todo lujo de detalles, la escena lésbica tan calenturienta, esas carnes prietas que abrevan, ¿cómo? Sin ninguna duda.
- Cuando abortan a la bendita de aquella tan mala manera, nada democrática ni santa, tubo mediante, ¿cómo? Claro, por supuesto.
- Cuando las abejas, que no avispas traicioneras, se transforman en el espíritu santo, lo confirmamos en este periódico, una exclusiva.
- Los escupitajos del pueblo, más saliva, esa sutileza.
- El primer encuentro de las dos tan casual, original, espontáneo y posible, cómo el amor se abre paso y el deseo es tan apasionado, todo ese trayecto y su esmero.
- El intento de violación del macho cabrío, que se suma a la violación rememorada para que aquí no falte de nada, tenemos todo el surtido, antaño y hogaño, las aberraciones suman y siguen.
- La chicuela muerta por culpa de una madre absurda.
- El papa que se va a recuperar a su hembra cuando cree que ella está con otro, inmediatamente a la carrera, vamos a lo loco.
- Todo. Eso. Mejor.
- Y mira que soy bueno y que se me olvidó el amor interracial tan pleno como de trasfondo silencioso que da mucho el pego, es que se me empañan los ojos y con todo yo solo no puedo.
- El final imposible, más delirio, tú te vas a California y yo me quedo en Boston, a partir la pana, yo curo enfermos, tú... ahí mismo... surcando el tiempo, ese invento para necios.
Podría ser también una versión libre de El amante de Lady Chatterley o de cómo una doctora, toda una señoritinga muy estudiada y pija, degenerada y tortillera, le pone un piso nunca mejor dicho a la susodicha, manceba o concubina y también madre del niño de las abejas, ese tremendo abejorro que tan pequeño y ya da mucho miedo, para poder gozar a modo de ella, a rienda suelta, a tumba abierta, sin freno ni medida, viva la jodienda, que está muy buena, hasta que se cansa del juguete, usar y tirar y, cómo no, la echa o despide, deja su puesto vacante, el resto sería cuento, afeite, farfulla, excusa, un adorno para el pueblo que siempre tiene los mejores sentimientos y está de amor repleto.
Epílogo: Allí, en ese mismo lugar tan idílico ahora están celebrando debidamente la semana del orgullo gay casi como aquí, en Madrid, y todos los hijos y nietos de estos personajes van en la carroza tirando confetis y llamando a la biodiversidad ecosostenible, hip hip hurra.
A un panal de rica miel.