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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
4
Drama Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca /Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre ... [+]
16 de febrero de 2024
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
He soñado que me mataban. Estoy en contra de la pena de muerte. Lo echamos a suertes.
En su mayor virtud está su gran carencia y al contrario igualmente, es una película, sí, preciosa, emocionante, inteligente, admirable, sensible, gozosa, juiciosa y encantadora y ética y calculada y calculadora y correcta y hermosa, a cambio (o como precio que hay que pagar) de vaciar de contenido o de contexto (salvo las dosis justas y necesarias para que parezca que no están en Marte) el asunto/trasunto, reducido al ámbito más íntimo y limitado posible para no pisar, a ser muy posible, dios lo quiera, ningún callo gerifalte responsable (sin alzar del suelo la mirada de lombriz, nunca de águila) o meter el dedo en la llaga de intereses político económicos especuladores y especulativos empresariales territoriales, sea, de no hablar de los que mandan y los que pagan (la fiesta trágica, los atroces sacrificios rituales) y sus alrededores o adláteres o abrevaderos abertzales y de toda índole mucho más allá de las fronteras vascas, de todos los esbirros y los tráficos de influencias, enchufes, puestos de trabajo, universidades, deportes, prebendas, cargos públicos, sueldazos, estrategias electorales, campañas, propaganda, medios de comunicación, pactos, concesiones, partidas de dinero..., de las miserias y bajezas que se esconden detrás de las buenas palabras y las mejores intenciones, pero sobre todo de la pasta, del dinero, es decir, del poder, de la vida (y la muerte), más pareciera, por ese no meterse en nada ni camisa de once varas, que todos hubiesen muerto y estuviesen en el cielo a la diestra de Dios durante el juicio final sección ETA y sus infinitas monstruosas barrabasadas a troche y moche y a ver qué hacemos y a quién (coño) y cómo (cojones) perdonamos, esto es horroroso, leñe.
En cierto modo es el retrato de nuestros tiempos, es la idealización de lo que nos gustaría ser o somos, el sueño perfecto de un burócrata/tecnócrata democrático occidental, una realidad eviscerada blanda amable sable traga cobarde tragaldabas que sublima la barbarie y el horror, el espanto y la avaricia y las luchas de poder a través de historias postales pastorales portátiles social demócratas con muchas lágrimas y arrepentidos los quiere Dios y esas u otras parecidas bellas benditas mierdas en las que las personas se mueven, para bien o para mal, solo por morrocotudos motivos de angustiada conciencia o de alta alcurnia ética y jamás para llenarse la tripa, la bolsa o acceder a carnal ayuntamiento con hembra o macho placentero, seres limpios de polvo y paja, ángeles o diablos sin preocupaciones laborales sexuales crematísticas ni intenciones sanamente mezquinas que vagan por un mundo tan hiperrealista y delimitado, línea clara, ni Antonio López, que nada tiene que ver con el nuestro tan confuso, intrincado y chapucero, tan atado a lo material y zarrapastroso, a los deseos más primarios y burdos.
Pero claro, eso es Kitsch, es la negación de la basura, de la auténtica, la que se oculta detrás de las cámaras o bajo las alfombras de los despachos de los que deciden o patrocinan lo que pasa o vemos y sentimos, nuestros destinos con mano de hierro, de la corrupción, o su transformación en los niños del coro, en el olor de las nubes y las verdes praderas y los hermosos montes y las flores del campo.
Y ya digo, está admirablemente realizada en todos los sentidos, bien escrita, interpretada y dirigida, de forma elegante, sobria y educada, es, en cierto sentido, la mejor cara del cine español, a lo máximo que puede llegar cuando se quiere poner elevado, reflexivo o tratar de dar luz a la oscuridad.
Y aun así apenas es nada, un entretenimiento (la homilía del domingo del cura o párroco en misa, pasa el cepillo, amigo, no peques, más, mendrugo) limado y pulido, higienizado, una nadería con ínfulas hecha para sacar el pañuelo y drenar el alma que no viene mal ese ejercicio líquido de vez en cuando, el cuerpo y el espíritu lo agradecen ya que están llenos de fluidos, humores, excrecencias, impurezas, flatulencias y podredumbres que hay que desahogar o descargar o liberar, la muda de la piel de la serpiente, para que aquello, ese mecanismo chungo milagroso, aguante un poco más si cabe hasta que llegue (o te echen a patadas o gorrazos) la siguiente remesa al matadero.
También peca de cierta ortopedia y artificio, pero es que es muy complicado otorgar verosimilitud o naturalidad a algo tan retorcido y clerical monjil, con la Iglesia hemos topado, aquella de la monja Sarandon y el asesino Penn, sí, Pena de muerte.
Sí, España es un país muy religioso, cada día un poco más, y Occidente hoy día vive tiempos terriblemente devotos y beatos e hipócritas, y también talibanes y morales, puritanos, claro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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