Quiere ser una película de esas que se hacían antes, en los noventa sobre todo, Short Cuts de Altman, Grand Canyon de Kasdan o la posterior Crash de Haggis, historias cruzadas en Babeles aberrantes, el desquiciamiento del ciudadano medio, la cobardía, la clase media desnortada y sus numerosos pecados, la violencia soterrada, el racismo envolvente, la mala leche reinante, el deseo reprimido, el egoísmo consuetudinario y enrabietado, paranoia, tensión, amenaza, microcosmos envenenado, suma de encontronazos, tontos al retortero, monstruos S.A., pero en este caso no puede ser de forma más torpe, tosca o ridícula a la hora de forzar las situaciones hasta el delirio a través de un realismo que es puro inopinado absurdo histerismo o a la de retorcer hasta el paroxismo las actitudes o comportamientos de unos personajes completamente alelados y enloquecidos en el mejor de los casos, por muchos momentos parece que te/se están tomando el pelo o que la película fuera en realidad una española (de las malas, imaginaos) que imitara a quemarropa a una yanqui (horrorosa para variar) y todo fuera en serio, pero pareciera en verdad de broma, involuntaria parodia, a mala idea, cuchufleta.
Lo mejor o más bueno es ella, obvio, verla, y él, gracioso, patético, un Ernesto Alterio de allende los mares, pero (casi) todo lo demás es tremendamente penoso tedioso, grotesco como poco.