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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Comedia Víctor, que dice haber rodado algunas películas que no ha conseguido estrenar, reúne alrededor de su lecho de muerte, con el fin de representar su obra póstuma, a sus más fieles colaboradores: su esposa Clara, una mujer rica en busca de su identidad; Andrea, una actriz que llega acompañada de su dentista; Raúl, su fiel guionista y amigo, que acude con su pareja, una dibujante frustrada e insegura. Además, están Fabián y Marta, dos ... [+]
1 de octubre de 2016
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su aluvión y falta de centro, se dispersa en varias direcciones, zigzaguea hacia todos lados, hace broma y muerte, juega a metáforas, símbolos y alusiones, está su mayor poder de atracción y, cómo no, también de repulsión.
Corre el riesgo (se abraza a él sus buenos ratos) de ser una especie de "roman à clef" (valga la pedantería, solo trato de estar a la altura) autosuficiente y ensimismada, un juego de guiños autorreferenciales y satisfechos que fuera de su círculo más cercano se vuelven abstrusos, intraducibles, resultado críptico y hermético como peligro que espantará a las masas y matará de sopor y cabreo (qué duda cabe) a algún incauto o despistado espectador que se acerque a la sala atraído por monstruos más fantásticos o garrulos, no tan ficticios y reales (perdón por el oxímoron).
Así, si me alejo y echo un vistazo largo, a unos metros de distancia y sin cegarme, creo ver reflexión sobre la creación de una película, o quizás más bien sobre el acto de crear, ese vacío vertiginoso e imantado, sustentado, representado aquí a través de las cuitas endogámicas (aunque traten de ser universales) de cómicos, escritores y dibujantes, de creadores y receptores, tal vez un tanto tópica, eso en primera instancia; un poco más allá, más lejos si cabe, es metáfora, el arte igual a la vida, reflejo de lo que somos, todos personajes en busca de un autor que nunca está ni aparece, que se esconde y evade, diluido en cada uno, inexistente realmente, perdidos, ridículos, sin salida ni sentido, angustiados, buscando, peleando desesperadamente por nuestro trozo del pastel o línea de diálogo como si importara algo después de todo, fingiendo que sí, siguiendo e insistiendo, por lo que sea, ya se verá, o no, seguramente no; y relacionado con todo lo anterior, pero todavía más allá, nos perdemos en el horizonte, casi ni se ve, un poco por los pelos, la coyuntura actual (¿eterna?), tan monstruosa, político-económica, posiblemente, puestos a especular y pasar el rato, que nos asola, esa pesadilla que se muerde la cola de la que este grupo salvaje huye como alma que lleva el diablo, se recluye en ese teatralizado sanatorio mental, se aturde, droga y lía, escapando de esa (la) realidad insoportable, fea, atroz.
Bueno, pues todo lo dicho, eso que he separado y ordenado con mi bella, racionalista y cartesiana prosa, no es verdad* tal que así, no está tan claro y meridiano, no hay tantos ángulos rectos, la casa y el tejado, en el caso que nos ocupa está todo junto y a borbotones, a ratos fluye y en otros se atasca o gime, grita y se alegra o respira.
La cosa es que merece aplauso generoso el invento-engendro este, el juguete metaficcional, el valor de sacar un proyecto así adelante. Tienen la simpatía incondicional de este crítico abismal e implacable, con ellos a muerte, a pura pastilla.
Y, se me olvidaba, en último término, quizás lo más importante, el motivo central de la película, parece, obvio, que apunta a un homenaje cerrado a Dunia, esa simpática directora que murió hace poco y a todos dejó con el alma en vilo. Se atisba e intuye, no sé, ella como clave, un canto a aquellos maravillosos años en los que, mucho más jóvenes, ellos, y toda su troupe, se metieron a esto de contar historias con toda la fuerza, el cachondeo y la libertad de la que eran capaces, y lo eran mucho. El humor como santo y seña, y el juego, y la creación como diversión y expresión. Esta película sería el canto del cisne, la resaca triste y feliz de unos personajes (en todos los sentidos) que hicieron el idiota para así romper las reglas y, por el camino, acabaron inventando la ley de la levedad, claro que sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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