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Voto de Ferdydurke:
6
![](https://filmaffinity.com/images/myratings/6.png)
6,0
9.281
Drama
Película sobre la ex primera dama estadounidense Jacqueline Kennedy (Portman), centrada en los días inmediatamente posteriores al asesinato de su marido John F. Kennedy en Dallas, el 22 de noviembre del año 1963. (FILMAFFINITY)
25 de febrero de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este, Pablo Larraín, director chileno tan prestigioso y ahora con la Portman y en Jólivud?
Nada malo. Más de lo mismo. Contar con hermosura y poesía. Haciéndolo suyo. El cine. Nada menos.
Parecemos un puñado de malditos bárbaros, dice Lyndon Johnson al presenciar en directo el asesinato de Oswald por mano de Ruby. Así fue. En los años sesenta se puso de moda el magnicidio en los USA. Una carnicería de gerifaltes importantes y sus alrededores. A pleno sol y sin escrúpulo ninguno.
Nos cuentan ahora los días, especialmente los posteriores, que rodearon al asesinato más famoso del último tiempo, el de JFK. A través del sentir y el mirar de Jackie. Y desde diferentes tiempos y conversaciones, con distintos formatos, músicas, luces y silencios.
Pablo y su estilo. Solemne, poderoso, sinfónico, valiente y valioso. Constreñido y fútil a ratos, casi plano y rendido ante la monumentalidad de los hechos expuestos, acaba abriéndose, desviándose inesperada, generosamente. Los diferentes temas acariciados se concretan y expanden hasta lograr un relato bello, sinuoso, muy interesante. Mezcla imágenes de "metaficción" (cuando ella enseña la Casa Blanca), de reconstrucción más documental (los balazos, las lágrimas, la sangre, la cabeza estallada... ), de entrevistas, de soledad, de ruido, de barullo, de paisaje, de interior; un abigarrado mosaico montado con brillantez y originalidad. Con una omnipresente y decisiva banda sonora.
Es una película indecisa en su inicio que cae a la mitad un poco, o eso me parece a mí, pero que finaliza en alto, en lo mejor, con ganas de que no se acabe nunca. Merece la pena si tienes paciencia y te olvidas del oropel más superficial, si aceptas que el boato puede ser otra arma de guerra, en este caso en las manos de una mujer perdida pero lúcida, superada pero valiente, aterrada, ambiciosa y paradójicamente aislada.
Natalie está/es soberbia. Sensible e inteligente actriz. Además de, claro, bella.
Nada malo. Más de lo mismo. Contar con hermosura y poesía. Haciéndolo suyo. El cine. Nada menos.
Parecemos un puñado de malditos bárbaros, dice Lyndon Johnson al presenciar en directo el asesinato de Oswald por mano de Ruby. Así fue. En los años sesenta se puso de moda el magnicidio en los USA. Una carnicería de gerifaltes importantes y sus alrededores. A pleno sol y sin escrúpulo ninguno.
Nos cuentan ahora los días, especialmente los posteriores, que rodearon al asesinato más famoso del último tiempo, el de JFK. A través del sentir y el mirar de Jackie. Y desde diferentes tiempos y conversaciones, con distintos formatos, músicas, luces y silencios.
Pablo y su estilo. Solemne, poderoso, sinfónico, valiente y valioso. Constreñido y fútil a ratos, casi plano y rendido ante la monumentalidad de los hechos expuestos, acaba abriéndose, desviándose inesperada, generosamente. Los diferentes temas acariciados se concretan y expanden hasta lograr un relato bello, sinuoso, muy interesante. Mezcla imágenes de "metaficción" (cuando ella enseña la Casa Blanca), de reconstrucción más documental (los balazos, las lágrimas, la sangre, la cabeza estallada... ), de entrevistas, de soledad, de ruido, de barullo, de paisaje, de interior; un abigarrado mosaico montado con brillantez y originalidad. Con una omnipresente y decisiva banda sonora.
Es una película indecisa en su inicio que cae a la mitad un poco, o eso me parece a mí, pero que finaliza en alto, en lo mejor, con ganas de que no se acabe nunca. Merece la pena si tienes paciencia y te olvidas del oropel más superficial, si aceptas que el boato puede ser otra arma de guerra, en este caso en las manos de una mujer perdida pero lúcida, superada pero valiente, aterrada, ambiciosa y paradójicamente aislada.
Natalie está/es soberbia. Sensible e inteligente actriz. Además de, claro, bella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
a) Entrevista con Billy Cudrup. Periodismo convencional. Ahí ella intenta controlar el mensaje. Sabe, y lo dice claramente, que a la gente le gustan los cuentos de hadas, las edulcoradas mentiras (miénteme, dime que me quieres). Y ella se encarga de recordar el cuento de Camelot (alusiones al famoso musical). El sueño de los caballeros de la mesa redonda y el rey Arturo y la reina Ginebra, el paraíso recién perdido, o nunca aparecido y solo apenas vislumbrado o soñado. Pero a ella le interesa que el mito quede. Y ella con él. Y quedó. Es de los más recordados y queridos allí. Con sus inevitables sombras (sexuales sobre todo, por supuesto) para que no falte de nada, pero en todo lo alto del panteón norteamericano. Vivió deprisa, murió joven y dejó un bonito cadáver. Una estrella del rock.
b) Conversación con el gran John Hurt (Dios lo tenga en su gloria). El sacerdote escucha. Y ella le cuenta que ha perdido todo el poder, que las mujeres tienen acceso a dos tipos de supremacía, la que da la cama y la del mundo. La primera estaba perdida hace ya bastante tiempo (amantes mil del presi), la segunda se acaba de ir. Está rota por el vacío, la desesperación y el miedo. Quiso morir. Que la mataran por favor (el suicidio no, por favor, es de gente vulgar y autoindulgente, eso dice de manera implacable). Ante sus confesiones, el sacerdote contesta que no hay respuestas (vaya cura más sabio) y que si uno no se suprime a sí mismo y sigue a pesar de todo, hay que contar con el dolor y ese vacío opresivo y oscuro al principio, menor después. Que Dios nos dejó así, sin terminar, en la duda y el miedo, y hay que apechugar. (Más que religioso parece filósofo, quizás no haya tanta diferencia).
c) En sus momentos públicos o más íntimos. La vemos con Johnson, Kennedy, Bobby, Jack Valenti... En el ambiente más teatral. Allí pelea como una leona por que no la borren de la historia tan rápido, aprovechando las infaustas/ominosas circunstancias. Quiere hacerse notar. Reivindicarse, luchar. Salir. Lucir. Que la vean. Montarla gorda, un gran funeral, un gran espectáculo. Que venga todo el mundo. Que quede claro que ella no está muerta. Que sigue en pie, vivita y coleando. Cuidado. Lo hace por vanidad y, muy especialmente, por pura supervivencia, por miedo a quedarse sin nada, como la viuda de Lincoln, incide ella. Y también por sus niños (no queda muy claro ese asunto, parece que los quiere, pero un poco a la distancia, como si fuera una madre no muy presente ni cariñosa). Por los que le quedan vivos (los otros dos murieron tan prematuramente), por John y Caroline.
Ella sabe que si lo hace bien, más tarde podrá rentabilizar "ese show", esa representación del dolor, del luto y la pena, ese personaje de viuda desvalida. Siente y entiende que es la única forma de hacer frente a la amenaza que hay/acecha sobre su familia y a la debilidad recién y trágicamente comprobada. Comprende que ese recorrido fúnebre puede ser su gran momento e inversión de cara al futuro, que esa imagen será su gran ayuda en los años venideros y que gracias a ella los rivales políticos no la podrán meter, como intentaron a todo correr en esos días de desconcierto y estupor, debajo de la alfombra, enterrarla de cuerpo presente junto a su marido eliminado.
Ella sabía que eran tiempos de masas y medios, de televisión, morbo y banalidad, y ella explotó todo eso recurriendo a lo que tenía más a mano, lo único, a sus hijos y su marido asesinado, su sangre y su espanto, su frágil belleza y todo el horror vivido de primera mano, la mezcla perfecta de maniquí de lujo y mujer sufridora, de madre sin esposo y de todavía joven dama de buen gusto y tan triste.
b) Conversación con el gran John Hurt (Dios lo tenga en su gloria). El sacerdote escucha. Y ella le cuenta que ha perdido todo el poder, que las mujeres tienen acceso a dos tipos de supremacía, la que da la cama y la del mundo. La primera estaba perdida hace ya bastante tiempo (amantes mil del presi), la segunda se acaba de ir. Está rota por el vacío, la desesperación y el miedo. Quiso morir. Que la mataran por favor (el suicidio no, por favor, es de gente vulgar y autoindulgente, eso dice de manera implacable). Ante sus confesiones, el sacerdote contesta que no hay respuestas (vaya cura más sabio) y que si uno no se suprime a sí mismo y sigue a pesar de todo, hay que contar con el dolor y ese vacío opresivo y oscuro al principio, menor después. Que Dios nos dejó así, sin terminar, en la duda y el miedo, y hay que apechugar. (Más que religioso parece filósofo, quizás no haya tanta diferencia).
c) En sus momentos públicos o más íntimos. La vemos con Johnson, Kennedy, Bobby, Jack Valenti... En el ambiente más teatral. Allí pelea como una leona por que no la borren de la historia tan rápido, aprovechando las infaustas/ominosas circunstancias. Quiere hacerse notar. Reivindicarse, luchar. Salir. Lucir. Que la vean. Montarla gorda, un gran funeral, un gran espectáculo. Que venga todo el mundo. Que quede claro que ella no está muerta. Que sigue en pie, vivita y coleando. Cuidado. Lo hace por vanidad y, muy especialmente, por pura supervivencia, por miedo a quedarse sin nada, como la viuda de Lincoln, incide ella. Y también por sus niños (no queda muy claro ese asunto, parece que los quiere, pero un poco a la distancia, como si fuera una madre no muy presente ni cariñosa). Por los que le quedan vivos (los otros dos murieron tan prematuramente), por John y Caroline.
Ella sabe que si lo hace bien, más tarde podrá rentabilizar "ese show", esa representación del dolor, del luto y la pena, ese personaje de viuda desvalida. Siente y entiende que es la única forma de hacer frente a la amenaza que hay/acecha sobre su familia y a la debilidad recién y trágicamente comprobada. Comprende que ese recorrido fúnebre puede ser su gran momento e inversión de cara al futuro, que esa imagen será su gran ayuda en los años venideros y que gracias a ella los rivales políticos no la podrán meter, como intentaron a todo correr en esos días de desconcierto y estupor, debajo de la alfombra, enterrarla de cuerpo presente junto a su marido eliminado.
Ella sabía que eran tiempos de masas y medios, de televisión, morbo y banalidad, y ella explotó todo eso recurriendo a lo que tenía más a mano, lo único, a sus hijos y su marido asesinado, su sangre y su espanto, su frágil belleza y todo el horror vivido de primera mano, la mezcla perfecta de maniquí de lujo y mujer sufridora, de madre sin esposo y de todavía joven dama de buen gusto y tan triste.