O el Bósforo de Almasy.
Nombrar la realidad poética o científicamente, poesía o prosa, eufemismo literario o hecho concreto, desparecer entre brumas o espicharla vilmente, fallo multiorgánico o ascenso a los cielos míticos, símbolo o certeza, las dos caras de la realidad, por lo menos.
Memorias de África otra vez.
En el límite de lo sublime y lo ridículo, lo pragmático y lo elevado, lo cursi y lo estrepitoso, lo hortera o bonito, no se decide, yo me sumo, lírica o chafardera.
Él es un obsesivo compulsivo solitario de la soledad, ella está casada con su "hermano" y busca nuevas y grandes pasiones, de amor y muerte, en la guerra, Juliette es la bella samaritana y Naveen el destructor de minas más Willem que se venga, trata, se afana, acecha, observa, morfina, la pianista, luz y sombra, de los nadadores la gruta, mientras él recuerda y todo de nuevo empieza, se repite la historia, en un eterno presente que se expande más allá del horizonte, leches, Ende.
Está muy bien narrada, se cierra el círculo (cuando parte con la avioneta). Afán de grandeza. De infinito. De gran cultura traducida al lenguaje de la masa. La casa de los espíritus. Heródoto, Bach, Caravaggio ese nombre. Sandor Marai por si las moscas.
Tan fácilmente parodiable, casi a gritos lo pide o reclama, como emocionante, temblorosa. Grotesca y arrasadora. Superficial y densa.
Una pequeña gozada. Cansina y fabulosa.