El melodrama carcelario que dirige Parker es muy notable, pero se sustenta de la pretenciosidad del guion. Oliver Stone elabora fragmentos muy conseguidos. Se aleja de la realidad y adapta la historia con más intención en el espectador que en la excelencia de su escrito.

Hay cierta pericia de Alan Parker para construir un mundo paralelo dentro de los muros de prisión. La armonía con la que trabajaron Parker, Seresin y Moroder hacen que la obra consiga identidad y equilibrio artístico y técnico.

Una película alejada de la indiferencia. Sobrepasando límites y planteando debates éticos, raciales, políticos y cinéfilos.