Si a este trío de venerables leyendas del cine le añadimos la vuelta después de 6 años de Ann Margret (76 años) y al incombustible Cristopher Lloyd (79) tenemos un pelotón del inserso cinematográfico capaz de resistir cualquier propuesta con dignidad como este remake innecesario de la cinta del mismo título firmada por Martín Brest en 1979 y que poco aporta más allá de rememorar los buenos ratos de buen cine que cada uno de ellos nos hizo pasar en algún momento de nuestra vida fílmica.

Zach Braff al menos le pone ritmo a la inverosimilitud del asunto tirando de los recursos clásicos del género de robos con las nostálgicas pantallas partidas, un puñado de temas musicales que también apelan a la nostalgia y una notable bso de Rob Simonsen (probablemente lo más destacable).

Todo ello al servicio de “los tres caballeros andantes” que salen a desfacer los entuertos en que han metido a millones de personas los trileros de siempre que nos la pegan con las crisis de turno, que no es otra cosa que el hecho de que se han fundido lo que nos han robado y necesitan resetearse a costa de nuestras vidas.

Con baches sonrojantes como los minutos dedicados al robo en el supermercado la cosa nos regala algunas escenas entrañables, sonrisas esporádicas y al final somos condescendientes como lo seriamos con cualquiera de nuestros cariñosos abuelos que nos hicieran una gracieta dando por bien empleadas las monedas de la entrada sabiendo que nos queda ya poco que compartir con ellos. Cuando (espero que dentro de mucho) los recordemos, no será por esta cinta. Se merecen retirarse con mucho más estilo.

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