El discurso de Ray gana en consistencia. Apu entre el campo y la ciudad. Apu entre la tradición y la ruptura. Ruptura con el limitador sistema de castas, con la rueda de rituales y supersticiones, con el círculo vicioso de la miseria, con todo el lastre de la tradición. Apu, y con él la India, sólo podrán salir de la postración si renuncian al fatalismo de la resignación. Apu sabe que el esfuerzo y la educación pueden cambiar su destino.
Este esperanzador mensaje se superpone a la sucesión de desgracias que sigue siendo la vida de Apu, pero él no se doblega ni se rompe. Su determinación es invencible. No volverá a ver con ojos de niño el hermoso y terrible entorno de su aldea, pues el horizonte se ha ampliado y se vislumbran salidas.
Aunque menos poética que la anterior, contiene un par de secuencias memorables: la de las luciérnagas y sobre todo la elipsis entre el Apu niño y el Apu adolescente, que puedo considerar desde ya entre las más hermosas que haya visto nunca. Y, como en la anterior, el final es un nuevo principio. Continuará.