En ocasiones, no demasiadas, armarse de paciencia tiene su recompensa. Este ha sido el caso. A no ser que me produzca vergüenza ajena (la última vez que la puse a prueba fue con "El pellejo que ocupo", del ínclito manchego universal, y no me aguantó ni veinte minutos, la pobre), me suelo ver las películas hasta el final, aunque sean previsibles, se hayan desinchado o ya haya superado los primeros sonrojos. Nunca me leereis en estas críticas que he malgastado mi tiempo viendo tal película, porque de todo se aprende. Aunque sólo sea a decir "Basta".
Me enfrentaba a la peli con muy altas expectativas, aunque últimamente no es que me haga muchas ilusiones. Y en un principio, no se si estaba muy concentrado o muy disperso, me decía: "Vale, este tío las ve venir", "Bien, está desbarrando, pero lo sabe", "Bueno, los símbolos están bien traidos y además se entienden", "... porque a mi los símbolos...", "¿Son mis percepciones o todos los planos se alargan demasiado", ..., "Joder, que intensidad",...
Ahora es cuando llega el "Pero bueno!", que me exclamo a mi mismo al darme cuenta de que la última vez que fui consciente de mi me hallaba muellemente tendido en el sofa, en posición semirecumbente, y ahora estaba rígido, sentado con los pies juntos, los antebrazos sobre los muslos, la espalda encorvada hacia delante y la pantalla que se me había acercado más de un metro a la cara. Y me estaba preguntando...
"¿Quién se preocupa por el futuro, si no tenemos ni presente?", "¿Quién nos asegura contra todas las contingencias?", "¿A qué renunciarías por la seguridad?", "¿No aprendiste de pequeño, haciendo castillos de arena en la playa, que cuándo sube la marea tus esfuerzos y afanes quedan reducidos a nada?"... "Pues fijate si llega un tornado".
Títulos alternativos en España: uno descriptivo, "La que está cayendo"; otro más simbólico, "Chuzos de punta".