Sangriento slasher de argumento y narración superior a la media. La historia gira alrededor de una mujer y el sueño de su vida, comprar un apartamento con vistas al mar. Un sueño por el que lleva años luchando, ahorrando todo lo posible en un ambiente marcado por el cuidado de la familia y los necesarios e imprevistos gastos, por los desalojos forzados y las amistades perdidas, por las relaciones escabrosas y, en definitiva, una vida de esfuerzo, tristeza y esperanza, en el que al final todo se reduce a lo mismo: el dinero que tienes en los bolsillos. Sale a relucir el tema del sector inmobiliario y su total falta de escrúpulos. La crítica es inteligente y a pesar de estar presente toda la película, lo hace desde un segundo plano, de forma sarcástica aunque directa.

También se nos presenta un mundo moralmente ruinoso superada la niñez. Padres tercos y despreocupados, novios que buscan poco más que un trozo de carne, hijas obsesivas que anteponen el dinero al ser querido, maridos que engañan a sus mujeres, mujeres que saben que están siendo engañadas y les da igual, jóvenes practicando orgías entre raya y calada… etc. Una sociedad perdida entre la falta de sueños, la opresión del dinero y el deseo de la carne.

En cuanto a la estructura narrativa, estamos ante capas de flashbacks dentro de flashbacks situados de la forma adecuada tanto para esconder los motivos de la matanza a la que asistimos como para conocer y entender el personaje principal. El estilo es de violencia explícita destinada a amantes del gore, alternando escenas duras y trágicas, bastante fuertes, con otras de humor negro. Sangre a borbotones, tripas desparramadas y muertes variadas inundarán la pantalla.

Retorcida visión del mercado inmobiliario y ciertos aspectos de la sociedad en clave de slasher gore. Pese a perderse en el desmadre hacia el final, es una película grata de ver dentro de su género.