Sinceramente, no esperaba mucho de ‘Venom 2’, porque la verdad es que la primera película, aunque me gustó, no me ha llamó lo suficiente la atención como para volver a verla. Ni tan siquiera el hecho de que se estrenase la segunda entrega me ha llamado a recuperarla. Pero, desde luego, no me esperaba una secuela así.

La quiero querer, pero todos sus defectos me impiden ver el bosque en el que se ha metido mi simbionte favorito. La secuela acude a Cletus, uno de los villanos más carismáticos de Marvel para dar pie a un Venom que podría estar completamente desatado pero que, en cambio, no da para mucho porque el guión de Kelly Marcel es un auténtico desastre.

Dudo mucho que, cuando Tom Hardy aceptó el papel de Eddie Brock, le prometieran algo así porque durante gran parte de la película está desenfocado y casi preguntándose qué rayos hace en un film que abraza la comedia más absurda en vez de la épica o los rasgos generales del cine de superhéroes. Es más, diría que es en el género en el que peor parado puede salir Hardy.

La dupla Venom / Brock está lejos de ser lo que se nos muestra en los cómics, al igual que el Carnage de Harrelson (al que NUNCA vi en el papel). Todo esto resumido en una película que apenas llega a la hora y media de duración y que contiene unas cuantas escenas de lo más vergonzosas (ese Venom de fiesta es un disparate) por el camino.

Repito, ‘Venom: Habrá Matanza’ es un desastre de principio a fin, de la que solo rescataría la cacareada escena de postcréditos y un pequeño detalle que abre un sin fin de posibilidades. El resto es mejor obviarlo como que nunca hubiese ocurrido.

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