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Voto de Alfie:
8
7,1
1.018
Western
El implacable Jack Bruhn (Burl Ives) y su banda de desertores se apoderan de un remoto poblado del Oeste, que permanece aislado por la nieve. Sólo el ranchero Blaise Starrett (Robert Ryan), al que la llegada de los forajidos le ha entorpecido la reclamación de sus tierras, hará frente a la banda de asesinos. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2009
43 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
11 de enero de 2009. Me sorprendo al consultar la ficha de este film y comprobar que solo tiene treinta y tres votos. Son de esas cosas incomprensibles que suceden en esta comunidad. "Day of the Outlaw" es a mi juicio uno de los westerns postrímeros más importantes y, sin duda, contiene los momentos de más calidad en la filmografía del director André de Toth.
Ambientada en un marco oscuro, fúnebre y casi fantasmagórico el excelente guión de Philip Yordan ("Men in War" con muchos aspectos similares a esta cinta) nos acerca de nuevo al western psicológico donde, con unos diálogos acetadísimos, se ponen en juego las morales y condiciones humanas de los protagonistas. Para ello André de Toth filma a estos de cerca, en unos primeros planos inusuales en el género, y dejando ver al espectador las sensaciones y las tensiones que invaden a cada uno de ellos.
Todo comienza en un pueblo fronterizo de Wyoming en un duro invierno. La paz del lugar se ve alterada por las disputas entre los veteranos vaqueros colonizadores y nuevos granjeros llegados del este y que pretenden mediante vallas cercar sus propiedades. Al frente de estos viejos y curtidos vaqueros está Blaze (Robert Ryan) un hombre de fuertes convicciones y que lucha denostadamente contra la barreras que le puedan ser impuestas. Justo (y nunca mejor dicho) cuando todo parece inevitable hacia la confrontación aparecen un grupo de bandidos, liderados por el capitán Bruhn (un genial Burl Ives) y que toman el pueblo en su huida del ejército. A partir de aquí la película se centra en la relación que se establece entre Blaze y Bruhn y en el intento de ambos de controlar a lo forajidos, auténticos delincuentes con ansias de whisky, mujeres y arrasar con el pueblo y sus habitantes.
Alabar también la música y la excelente fotografía en blanco y negro que adorna la historia y que desmuestra en los momentos necesarios la superioridad de las duras condiciones meteorológicas que rigen la naturaleza y que se imponen en todo momento a cualquier acción humana. A todo esto pone el colofón un inspiradísimo director que, cuando ya parece que la historia agoniza, se inventa y estira un final regalándonos unos cuantos momentos espléndidos y que completan un western injustamente olvidado a día de hoy por los usuarios de Filmaffinity, con muchos amantes del género entre ellos.
Ambientada en un marco oscuro, fúnebre y casi fantasmagórico el excelente guión de Philip Yordan ("Men in War" con muchos aspectos similares a esta cinta) nos acerca de nuevo al western psicológico donde, con unos diálogos acetadísimos, se ponen en juego las morales y condiciones humanas de los protagonistas. Para ello André de Toth filma a estos de cerca, en unos primeros planos inusuales en el género, y dejando ver al espectador las sensaciones y las tensiones que invaden a cada uno de ellos.
Todo comienza en un pueblo fronterizo de Wyoming en un duro invierno. La paz del lugar se ve alterada por las disputas entre los veteranos vaqueros colonizadores y nuevos granjeros llegados del este y que pretenden mediante vallas cercar sus propiedades. Al frente de estos viejos y curtidos vaqueros está Blaze (Robert Ryan) un hombre de fuertes convicciones y que lucha denostadamente contra la barreras que le puedan ser impuestas. Justo (y nunca mejor dicho) cuando todo parece inevitable hacia la confrontación aparecen un grupo de bandidos, liderados por el capitán Bruhn (un genial Burl Ives) y que toman el pueblo en su huida del ejército. A partir de aquí la película se centra en la relación que se establece entre Blaze y Bruhn y en el intento de ambos de controlar a lo forajidos, auténticos delincuentes con ansias de whisky, mujeres y arrasar con el pueblo y sus habitantes.
Alabar también la música y la excelente fotografía en blanco y negro que adorna la historia y que desmuestra en los momentos necesarios la superioridad de las duras condiciones meteorológicas que rigen la naturaleza y que se imponen en todo momento a cualquier acción humana. A todo esto pone el colofón un inspiradísimo director que, cuando ya parece que la historia agoniza, se inventa y estira un final regalándonos unos cuantos momentos espléndidos y que completan un western injustamente olvidado a día de hoy por los usuarios de Filmaffinity, con muchos amantes del género entre ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que el final es magnífico. Pudiendo acabar con la estampa de la expedición partiendo hacia su propia muerte, la cinta nos brinda unos últimos veinte minutos que el director aprovecha para filmar una de las escenas más memorables en mi recuerdo cinematográfico. La representación que hace de la impotencia que sufre Tex, el peor de los bandidos, por no poder disparar a Blaze en su huida al tener los dedos congelados es genial y perturbadora. Hace sentir al espectador todo el dolor tanto el físico, con sus dedos entumecidos, como el moral, sabiendo que ese es su final, que vive el bandido en medio de un manto de nieve y que termina conviertiéndose en su propia tumba. Inolvidable.