Teniendo en cuenta el éxito de este film en el momento de su estreno, el primer largometraje de Patino es una de las obras clave del llamado "Nuevo Cine Español", pero sin embargo yo discrepo ligeramente: el retrato generacional es un poco pesado, el tono es demasiado solemne, la música de clavicémbalo agobia un poco, aunque sea bonita. No obstante, Patino refleja bien cierto ambiente provinciano y de la época, en una línea muy similar a la del Francisco Regueiro de "El buen amor" (1963).

El guión socava y cuestiona de forma sorprendente al protagonista, el personaje de Emilio Gutiérrez Caba, quien difícilmente puede aparecer como un joven coherente, como un verdadero rebelde, o como un héroe generacional: su doble juego entre su novia formal (Elsa Baeza) y su añorada Berta de las cartas, le convierten en un sinvergüenza, o en un hipócrita, por más que esas dos mujeres, esos dos amores, representen algo así como una doble vida, un desgarramiento interior y secreto del protagonista entre la vida realmente libre del extranjero y la vida no tan libre de Salamanca, en fin, entre el rupturismo y el conformismo.

El éxito del film se debió seguramente a que sus imágenes, sus diálogos y monólogos, conectaban totalmente con la sensibilidad de esa época, dentro de la tensión -no exenta de contradicciones- entre tradición y modernidad, polos opuestos sobre los que se articula todo el cine español de los últimos años del franquismo. Patino dota a estos planteamientos de una melancolía que luego se le volverá en contra, por ejemplo en "Del amor y otras soledades" (1969), su siguiente largometraje.