Para mí, es una de las muestras más penosas de la decadencia de Blake Edwards: salvo excepciones (la facilidad del personaje de John Larroquette para sufrir accidentes), nada hace la más mínima gracia, y la trama se basa en una serie de desdichas y meteduras de pata forzadas, estereotipadas, aburridas y hasta vulgares. Por comparación, otra realización de Edwards de los mismos años de su filmografía, "Una rubia muy dudosa" (Switch, 1991), es una gran película. Ni siquiera un gran actor como Bruce Willis consigue hacer mejorar, como protagonista, la banalidad y la superficialidad del guión.