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España España · Villardeciervos
Voto de McKnight:
6
Drama Michael Corleone, heredero del imperio de don Vito Corleone, intenta rehabilitarse socialmente y legitimar todas las posesiones de la familia negociando con el Vaticano. Después de luchar toda su vida se encuentra cansado y centra todas sus esperanzas en encontrar un sucesor que se haga cargo de los negocios. Vincent, el hijo ilegítimo de su hermano Sonny, parece ser el elegido. (FILMAFFINITY) En diciembre de 2020 se estrenó en cines y ... [+]
8 de diciembre de 2008
53 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
La razón primordial por la que Coppola se venció a las peticiones de la Paramount para realizar esta tercera parte de la saga es, ni más ni menos, que se encontraba al borde de la ruina y exprimir un poco más la gallina de los huevos de oro era la mejor solución al entuerto. El proyecto, por lo tanto, ya nace forzado; habían pasado más de 15 años desde su antecesora cinematográfica y a todas luces era innecesaria una continuación; en esa El Padrino 2 Michael había ido destruyendo poco a poco a su familia en su afán, paradojicamente, por salvarla; el flashback final donde se rememora a los hermanos unidos cierra el círculo que comezaba en aquel salón oscuro habitado por Brando y Duvall; a lo que hay que añadir la escena final donde un Micheal envejecido y solitario contempla la vida que le queda sin ningún ser querido cerca.

Aún así había que otorgarle el beneficio de la duda a Coppola, contrariado por tener que dejar de contar con el susodicho Duvall por sus pretensiones económicas (y matarlo simbólicamente como escarmiento) y el cambio a última hora de Winona Ryder por Sofia como hija de Michael, uno de los aspectos más espinosos y criticados del film, y no sin razón contempladas la dotes como actriz de la hijísima. Sin embargo, no conforman todos estos datos el desvanecimiento en la calidad de la película, ni siquiera el añadido de la falta de una figura totémica que al lado de Pacino diera enjundia al metraje como ocurrió en sus antecesoras con Brando y De Niro. No, el mayor fallo es el giro inexplicable que ha sufrido la personalidad de Michael Corleone, un hombre encerrado en si mismo, presa de un resquemor inabordable, de un odio tan alto como su inteligencia y que como por generación espontánea se ha mutado en un ser apacible, dicharachero y hasta irónico y bonachón en sus maneras. A esto hay que añadir el sorprendente acercamiento, de nuevo forzado por la deriva narrativa, hacia Kay (Diane Keaton), una relación absolutamente naufragada e insalvable a expensas del aborto inducido por su odio hacia Michael que sin embargo se recupera como un amor adolescente en un ejercicio de dudosa credibilidad.

Se podría juzgar que Michael Corleone era un hombre bueno, como proponía Rousseau en contra de la maldad innata que le confería Hobbes al ser humano, y la sociedad (su familia) le convierte en un ser malvado capaz de ajusticiar a quien sea necesario en pos de su prevalencia, y tras ese trasiego por el lado oscuro es en esta tercera entrega donde regresa a la senda correcta que abadonó, parecía que para siempre, en ese restaurante del Bronx tras recoger un revolver en una letrina. Podría ser. Sin embargo, algo rechina en esa concepción, un hombre que se ha entregado al festín de poder y criminalidad de Micheal Corleone no puede volver a vagar entre las ovejas como un carnero redimido.
McKnight
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