John Ford, en una de sus últimas películas, sorprende con un relato crepuscular acerca de la caída del salvaje oeste, con todo lo bueno y todo lo malo, frente a la imparable civilización. Ninguno de los personajes principales cuadra en edad con su personaje (Stewart sobre todo, que a sus 54 años cuesta verlo de abogado recién licenciado), pero sin embargo su buen hacer interpretativo hace que eso no tenga importancia.
Ransom Stoddard representa el progreso, la civilización, la ley, un nuevo mundo que llega con idea de quedarse. Sus armas son la palabra y la razón, la confianza en la justicia. Frente a él, Liberty Valance simboliza lo peor del viejo oeste, la ilegalidad, lo pasajero, lo brutal. Utiliza el miedo para imponerse y, si se tercia y con gusto, la violencia. Sin embargo, este criminal es capaz de convivir sin enfrentamientos con la honradez, la valentía y la libertad que representa Tom Doniphon, que sólo piensa en vivir bien al lado de la mujer que ama (la cual ejerce como alegoría de la nación, debiendo elegir entre Stoddard y Doniphon, entre la nueva civilización o el viejo oeste, en lo que constituye el segundo duelo soterrado que hay en el filme y que nos muestra que cuando luchan dos modelos de sociedad, sólo uno puede triunfar, no hay término medio, es a todo o nada).
Estas visiones de dos mundos se enfrentarán inevitablemente en una lucha en la que todos los contendientes se van embruteciendo a medida que pasa el tiempo, algo inherente a todas las luchas y propio de la humanidad, sea cual sea la causa que se defienda.