Dalí le otorgaba a Vermeer una de las más bellas paletas pictóricas de la historia del arte. Aunque la película no tiene excesivas pretensiones, la ambientación, el detallismo y, sobre todo, la luz son de una factura impresionante. A veces da la sensación de ver la pelicula sobre un lienzo, dándole a la imagen una sensación casi táctil, de poderse tocar o sentir los colores con las yemas de los dedos...
Pero es la luz la gran protagonista, en interiores y exteriores. Luz que inunda, luz que llena los contornos, los suaviza, los matiza, los adormece... Ver la película es como observar un cuadro con un movimiento casi impresionista, con una pulcra lentitud, que no hace ruído, apenas cruje, pero lo inunda todo...
Tal como Vermeer, es una obra de luz y distinta.