El realizador James Cameron, conocido por sus películas de acción (entre las que destacan los dos primeros “Terminator”), afrontaba una película titánica (y valga la redundancia): poner en imágenes el hundimiento del mítico trasatlántico.

Evidentemente, aunque el centro del film es el hundimiento del Titanic, nadie estaría dispuesto a pagar una entrada simplemente para contemplar como se hunde un barco. Para conseguir un éxito de taquilla no basta con desarrollar un despligue de medios casi descomunal (en su momento batió el record de la película más cara de la historia, hoy en día superado cada año), poniendo al servicio del film las más modernas tecnologías, y reproduciendo el interior del barco hasta el más mínimo detalle.

Sin embargo, sin una historia de amor por medio el film carecería de interés y de paso aprovechar para añadir dos horas más de metraje a las dos horas que tarda en enseñarnos el famoso hundimiento. De ello se encargan Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, en una típica relación en la que uno de los dos pertenece a una extracción social humilde pero el amor rompe todas las barreras. Por lo demás se trata de un film entretenido, y en el que hay que apreciar el esfuerzo de reproducir el barco, y de mostrarnos con todo detalle su hundimiento, aunque también es cierto que si se dispone de todo el dinero necesario no me parece algo que tenga mucho mérito tal despliegue.

Cameron intenta realizar una película al estilo de grandes superproducciones tipo “Guerra y Paz”, “Doctor Zhivago” y similares, pero se queda en el intento. Para la posteridad queda al menos esa reproducción del barco y las circunstancias de su hundimiento.