Prima hermana de Michael Clayton, Syriana y otros thrillers sociopolíticos de los últimos años, La intérprete tiene una gran ventaja sobre todos ellos, y no es otra que al menos te enteras de lo que pasa. Te enteras cuando te tienes que enterar, éso sí. La trama está muy bien construida y va avanzando durante una hora y media más o menos, para prepararte para unos de los treinta minutos finales más taquicárdicos de los últimos tiempos. Así, al final todo cobra sentido, y la complicada trama política africana se relaciona directamente con la historia de la protagonista, Silvia Broome. A ésta le da vida una extraordinaria Nicole Kidman, demostrando que, cuando no le da por hacer el tonto (Embrujada, Las mujeres perfectas), sigue estando entre las mejores. Y, aunque no tenga mucha importancia, alegra mucho verla en pantalla aparentando los años que realmente tiene, y no quince más, que es lo que le ocurre en la vida real. Junto a ella, Sean Penn, actor exagerado donde los haya, se controla más que de costumbre y consigue emocionarnos con su recreación de Tobin Keller, el agente de policía que ha de proteger a Silvia. Por cierto, de películas como ésta deberían aprender los escritores de comedias románticas, pues Sidney Pollack (director funcional y correcto donde los haya, pero sin personalidad), evitando tenazmente el convencionalismo que habría sido enamorar a sus dos protagonistas, presenta más sentimiento en esa relación entre Silvia y Tobin que cualquier película romántica.

Lo mejor: Sean Penn y Nicole Kidman, excelentes.
Lo peor: Podría ser un poquito más corta y no pasaría nada, y el ritmo debería ser menos irregular.