El viaje épico de varios prisioneros huidos de un Gulag siberiano en busca de la libertad a través de Rusia y Mongolia.
Suena apasionante. Es apasionante. Podría haber salido algo grande de una historia así acerca de la supervivencia humana, la fortaleza ante las dificultades y el deseo de vivir en paz y libertad. Pero desgraciadamente Camino a la libertad no es una película apasionante.
El estilo de Peter Weir se nota desde los primeros instantes. Es un estilo pausado, que da mucha importancia a los detalles, elegante, pensado, en el que nada se deja al azar. Pero a diferencia de en otros casos como el de la anterior película del australiano, Master and Commander, aquí no existe fascinación por la historia, porque el tono de la narración es aún más gélido que el clima que sufren los protagonistas. No hay emoción porque los personajes están pobremente delineados y apenas sabemos nada de ellos como para identificarnos con sus problemas e inquietudes. Los paisajes son preciosos, la película es muy hermosa en lo visual y Weir exhibe su don para la elegancia y el encuadre del plano, pero la historia no termina de llegar como debería.
Menos mal que los actores dan lo mejor de sí, especialmente un soberbio Jim Sturgess de poderosa mirada (atención a su primera escena con su esposa), el siempre excelente Ed Harris (atención a la conversaciçon en el bosque entre Irena y Smith) y Saoirse Ronan. Colin Farrell demuestra una vez más su habilidad para dar vida a tipos poco recomendables.
Una lástima que una cinta tan bien hecha, tan bella visualmente y tan comprometida resulte tan poco emocionante. La intención era la mejor, pero falló la ejecución.

Lo mejor: La labor de los actores, la realización de Peter Weir y la fotografía de Russell Boyd.
Lo peor: Es demasiado larga y sobre todo demasiado fría en su tono.