Mamma Mia es uno de esos filmes que, cuando acaban, te dejan con una enorme sonrisa en la boca. Es innegable que la historia es encantadora (aunque muy limitada), las canciones de ABBA suenan mejor que nunca y tan especiales como siempre, y la verdad es que se pasa un rato muy divertido, sobre todo si se conocen los temas originales del cuarteto sueco (como es mi caso). De todas formas, es el formato musical el que da alas a la cinta. Si no fuese un show de canciones y bailes constantes, creo que hubiera sido una total bazofia de filme, pero tal y como ha quedado, es inevitable echarse unas risas y moverse al ritmo de las canciones.
Y por supuesto, aparecen por la pantalla actores excelentes, con la gran Meryl Streep a la cabeza. Probablemente una de las cinco mejores actrices de la Historia, la americana nos deslumbra de nuevo con su versatilidad y nos sorprende con su gran voz para cantar. El resto de actores se lo pasan tan bien en cada momento de la cinta que te contagian su entusiasmo y buen humor, en especial Julie Walters, Christine Baranski (maravillosas ambas) y Amanda Seyfried, que aunque parezca imposible, consigue destacar entre tanta celebridad y nos regala una experiencia similar a la que tuve yo con Abbie Cornish en Elizabeth: La Edad de Oro (aunque el material con el que trabaja es sensiblemente peor).
Me queda por decir una cosa: Mamma mia! Vaya buen rato he pasado.

Lo mejor: Los momentos musicales. Cuando no hay canciones en pantalla la cosa se resiente mucho. Y por supuesto todos los miembros del reparto.
Lo peor: Phyllida Lloyd, la directora, que no tiene ni idea de donde ha de poner el objetivo.