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España España · Málaga
Voto de JGC:
8
Drama Película que narra en 12 episodios la situación en el este de Ucrania, donde se enfrentan los partidarios de Rusia y los que apoyan el gobierno del país. Siete de estos episodios están directamente inspiradas en vídeos reales publicados en YouTube. Cuando se llama “paz” a la guerra, cuando la propaganda es presentada como la verdad, cuando se llama “amor” al odio, es ahí dónde la misma vida comienza a parecerse a la muerte. (FILMAFFINITY) [+]
3 de agosto de 2019
32 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen tres herederos que se merecen tal calificativo de Andrei Tarkosky; el turco Nuri Bilge Ceylan, el ucranio Sergei Loznitsa y el ruso Andrey Zvyagintsev (si conocen alguno más háganmelo saber, por favor). Todos ellos empezaron sus carreras cinematográficas filmando películas de ritmo lento, llenas de silencios y donde la naturaleza tenía un papel primordial en la cinematografía. Películas dónde el alma de los personajes hablaba a través de los ojos y de lo no dicho. De lo sugerido y no mostrado.

Los tres han derivado criticando a sus respectivos países cómo por ejemplo: Érase una vez en Anatolia de Ceylan, Leviatan o Loveless de Zvyagintsev y Sergie Loznitsa con un puñado de documentales. Tarkovsky también lo hizo, pero de forma más soslayada: con individuos atrapados en crisis existenciales no comunicadas y sufridas por dentro.

Loznitsa ha sido arrasado por la época que le ha tocado vivir. Y la cuál no rechaza dar su visión, ya sea con sus prolíficos documentales o con su reciente Donbass.

En la película nos pasea por el territorio ocupado por prorusos en Ucrania. Adentra la cámara en pasos fronterizos, instituciones corrompidas, sótanos antibombas y platos de televisión al aire libre. Porque esa es la guerra del posmodernismo: la verdad es la que más espectadores tiene. Por ello hay que grabar con guiones atentados y falsas declaraciones de actores son tomadas por una nación como una expresión de dominación por Occidente.

A los ucranios occidentales se les llama fascistas. Se requisan todo tipos de activos, ya sean móviles, coches, dinero o pisos. La barbarie descrita es a veces abrumadora. Parece sugerir el director que el fascismo es civilización en una sociedad prostituida. La palabra ha perdido todo su significado. ¿De qué te disuade un comando de prorusos borrachos armados y cargados de alcohol te llame fascista?

Rusia es una nación que es inmortal ya que no se sabe cuanto abarca. A todo lo eslavo ahora se le considera ruso, eso da una legitimación moral para poder intentar anexiones, muchas con éxito. En zonas así, la población habla varios idiomas al estar tan mezclados. Pero siempre el ruso como común denominador. Población nacida en Lituania o Ucrania, con pasaporte de dichos países, se sienten rusos. No es de extrañar ante la realidad gris y deprimente de dichas ex repúblicas soviéticas dónde la corrupción es tan natural como la nieve en invierno. Se fue la URSS y llegaron los políticos corruptos bajo una nueva bandera que lo único que saben hacer es robar dinero mientras ellos siguen siendo igual de pobres. Para ellos, todos esos nuevos estados son una farsa, el único legítimo es la madre rusia. Es una realidad muy compleja, dónde la emoción gana a la razón por su ausencia.

Mientras, los europeos de pro, vemos como estos dislates pasan a nuestro lado. Escuchamos tiros en la habitación de al lado pero nos hacemos los sordos. Sólo cuando la sangre pasa a nuestra habitación por debajo de la puerta es cuando mandamos a la ONU, rememorando a los Balcanes. Pero la ONU también tiene sus límites y sabe que no puede, ni debe quizás, imponerse en dichos territorios tan dominados por la sombra de Rusia. Es por ello que el desenlace de dichos eventos se aventura por desgaste. Cómo la guerra en Siria; quien se quede sin munición y dinero de las superpotencias pierde. Por el contrario, si dichos suministros perduran, los conflictos armados en zonas tan confusas puede acabar siendo interminables.

No hay límites ante la descripción de la barbarie en la zona ocupada, no hay espacio posible para la duda; esos lugares son el infierno. Loznitsa ha hecho su película más política arrastrado por su época. Sabe que es un juego de propaganda y él presenta su pieza.

Esos edificios gubernamentales llenos de soldados con armas en la mano, sacos de arena en los marcos de las ventanas y colas de gente que no se sabe qué hacen ahí. Es difícil pensar que puedan proveer a la población de una estabilidad administrativa a medio plazo, indispensable para vivir.

Por ello la escena de la boda civil bajo la bandera independentista es clave. Así, la mujer es una señorita rubia, histriónica, borracha de alegría ante un público militarizado. Quizás eso sea lo único que pueden dar; un poco de alegría temporal a unas zonas dónde las identidades están tan mezcladas. Dónde la certeza se oculta tras el oscuro cielo. El cuál domina los destinos de los que viven por esas zonas.

https://serycine.wordpress.com/
JGC
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