En el pequeño curso de guionismo nos tocaba ver "El espíritu de la colmena". Por esas paradojas de la vida la película fue programada en un cineclub del instituto de cultura de la localidad. Yo aproveché esto y propuse llevar la clase hasta allá, afortunadamente, la propuesta fue aceptada. Nunca pensé que una película tan sencilla pudiera provocar tantas emociones. Una cámara que habla por sí sola, con fotografías que se quedan claramente en la memoria. Estampas poéticas que muestran la inocencia de la niñez. En verdad que conmueve la forma en que cuenta algo que es tan ambiguo: el misterio e inexorabilidad de la muerte. ¿Y quién de niño no tuvo (y quizá sigue teniendo) esas inquietudes acerca de la muerte? Es una lástima que este tipo de cine no sea apreciado: en la pequeña sala del cine sólo habíamos ocho personas (incluyendo a los de mi clase).

Me quedo con el misterio que provoca el humo; la sonrisa que despierta la música, la nostalgia que brota de las niñas y el enigma del gato negro. Fueron muchas emociones, bastantes recuerdos desempolvados, bellas imágenes que me acompañarán cuando recuerde aquella tarde de clase de guionismo.