"Blowup" pertenece a esa gama de films que requieren en el espectador una predisposición casi que de gafapasta en la que éste debe estar atento para encontrarle significado hasta al más mínimo detalle. Esta moda que empezó con la nouvelle vague se ha ido extendiendo a lo largo de los años y encontró en directores como Antonioni a sus herederos.

Hay dos posturas tan contradictorias como defendibles y entendibles. Por un lado los que consideran a este cine como la alternativa a lo convencional, a estos directores como los artistas capaces de mostrar sus ideas de una forma diferente y artística, y que son capaces de encontrarle el quinto significado a una gota que cae en el fondo de un encuadre. Y por el otro, aquellos que consideran esto como un film sin pies ni cabeza, como una mera pretensión y que ven en el director a un embaucador que le toma el pelo a sus espectadores. Yo estoy en el medio, no soy de las que ven pelos en un huevo pero tampoco considero que un director, y menos un Antonioni, le tome el pelo a nadie.

En el caso que nos ocupa veo claramente una contraposición entre la burguesía gris, aburrida y con vidas carentes de sentido; ante los pobres --sobre todo jóvenes-- con vidas llenas de color y unas ganas de vivir que extrapolan sus sentidos. Esto se ve muy claramente en el protagonista, un tipo que pese a tener un trabajo, un status, y una vida que parecieran, a simple vista, ser un goce, se lo ve cansado de la rutina y sin razones por las cuales vivir. Es así, que en una charla con un colega, éste último le dice que no hay nada tan excitante como encontrar la pista de un crimen, acto seguido el protagonista cree haber encontrado tal cosa en una fotografía que sacó. De esta manera se obsesiona de forma enfermiza con la idea al punto en el que ya no sabemos hasta donde esto es real o es sólo una la mente de nuestro protagonista que le está jugando una mala pasada.

Antonioni nos hace creer que veremos alguna especie de policial pero su interés real radica en mostrarnos los límites poco establecidos de la realidad. El problema que tiene es su densidad, la narración es lentísima, los 100 minutos de metraje se transforman en 300. Hay escenas demasiado reiterativas como las sesiones de fotos, el abuso de su gusto por mostrarnos mujeres desnudas, o lo poco carismático que resulta el personaje --algo que seguramente es buscado pero que no deja de repeler--. Hay escenas que encierran muchísima filosofía como la del recital en la que el protagonista se queda con un mástil de guitarra, o el final con los mimos en la cancha de tenis; y en ninguna necesita de la densidad o la pasta de la que abusa en el resto del metraje.

Estéticamente muy bien resuelta, colores vivos en todo lo que rodea al personaje pero nunca en él. La Inglaterra psicodélica no es una estética que me guste pero sirve para contrastar con ese personaje que parece pasar sin pena ni gloria por el mundo.

Lo mejor: algunas escenas cargadas de la filosofía del director.
Lo peor: es un film para ver más de una vez pero será un milagro si aguantas el primer visionado.