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Voto de Chris Jiménez:
9
Drama En el Japón medieval, devastado por las guerras feudales, un vulgar ladrón es elegido para sustituir a un poderoso señor de la guerra, que acaba de morir. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el campo de batalla, los fieles y valientes guerreros derraman su sangre ciegamente por su señor, ignorantes de que una sombra sin pasado ni identidad se ha instalado en el poder...
pero hasta las sombras tienen su propia historia.

Akira Kurosawa se dispone a contárnosla regresando triunfalmente a su querido cine de samuráis, tras haber estado casi dos décadas separado de él, con "Kagemusha". En la era Sengoku, el periodo de las Provincias de Guerra, un gran señor feudal, cuya prestigiosa reputación le precede, porta orgulloso sus estandartes, que anuncian "Rápido como el viento. Silencioso como el inmenso bosque. Terrible como el fuego. Inmóvil como la montaña". Su nombre es Shingen Takeda, y sus victorias son famosas y recordadas...
Pero hasta los señores más poderosos necesitan cubrirse las espaldas, por eso mismo se requiere la presencia de un doble para suplantarle; Nobukado, hermano de Shingen, encuentra a un hombre de idéntico parecido con él, un ladrón de poca monta que había sido condenado a muerte. A finales de los '70, el prestigio de las grandes productoras japonesas se estaba viendo diezmado por el cine independiente y por la cada vez más amenazante llegada del vídeo, cuya fama explotaría en la década posterior.

Habían pasado dos años desde que Akira Kurosawa hiciera "Dersu Uzala", y en ese momento no disponía de financiación para embarcarse en un nuevo proyecto, algo que repateaba al celebérrimo George Lucas, gran admirador del trabajo del nipón ("Star Wars" sólo es "La Fortaleza Escondida" en el espacio), que convenció, junto a Francis F. Coppola, a los ejecutivos de 20th Century Fox para ayudar económicamente a los estudios Toho. De este modo el director, que había sucumbido tristemente a la bebida y a la frustración, volvió entusiasmado al trabajo con un fresco épico donde se sumergía de nuevo en las guerras civiles del Japón del siglo XVI, periodo al que tanta afición tenía, como hiciera en "Los Siete Samuráis" o "Trono de Sangre", presentando personajes reales y filmando la historia desde el punto de vista de los perdedores...
Aunque la visión de Kurosawa sobre el daimyo Shingen Takeda y la derrota de su clan se inclina más hacia la ficción que a los acontecimientos históricos. Con los medios de los que disponía, el director podía al fin realizar la película de samuráis que deseó. Claramente influenciada por el clásico "Daisan no Kagemusha" de Umetsugu Inoue (cuya premisa es prácticamente la misma), "Kagemusha" se presenta como un gran homenaje al género de estilo más clásico al tiempo que se vuelve a desmitificar la figura de los guerreros, quienes ya han descubierto las armas de fuego, las mismas que derribarán sin piedad al ejército de Katsuyori.

Violentos combates, movimientos de infantería en la noche, espléndido uso de los efectos atmosféricos; la guerra de Kurosawa se parece a la que veía John Ford mezclada con el cine de Eisenstein, con el añadido del color, apabullante en las escenas nocturnas en las que la masa negra de los montículos destaca sobre una tela de fondo rojo (fuego y sangre). Del mismo modo, el director vuelve a hacer tributo a su querido teatro Noh, dando al conjunto un bello aspecto teatral que madurará en "Ran"; pero por encima de todo, el film trata sobre la trágica historia de una sombra.
Un hombre que pierde su identidad y del cual los poderosos y crueles gobernantes se sirven a su antojo (la metáfora está más que clara), desvelándose su falsedad y cinismo mientras el doble ha de renunciar a su existencia y origen, que permanecen en incógnita para nosotros, y con el deber de enfrentarse al horror de la guerra y a los hábitos desconocidos de una vida que no le pertenece. El peso de su deber se acrecienta al verse constantemente perseguido por el espíritu del fallecido Shingen, lo que se materializa en la escena del sueño, clave en la historia; no obstante, comenzará a aceptar su ilusión ("la vida es un sueño, una ilusión", nos cantará Ieyasu) y poco a poco abandonará su espíritu por el del personaje al que suplanta, que emergerá de su interior.

"Kagemusha" desarrolla, así, una reflexión triangular sobre la interpretación, distinguiendo el parecido físico, por lazos de sangre, del obtenido por el trabajo del actor. El conflicto dramático surge cuando Katsuyori se niega a acatar la autoridad de un padre ficticio, lo que conducirá a los Takeda a la ruina: la falsa transmisión, llevada por el doble, cohesiona al clan, mientras que la auténtica, la del hijo sucediendo al padre, resultará su fin (historia de legado catastrófico que se repetirá en "Ran"). Kurosawa no cree en la transmisión por lazos de sangre, sino por elección, amistad y, sobre todo, en la transmisión a través del arte, que mantiene al muerto en vida gracias a la actuación.
Tatsuya Nakadai, en sustitución del primeramente contratado Shintaro Katsu, vuelve a unirse a Kurosawa tras 17 años de ausencia en su cine en una de sus más memorables y complejas interpretaciones (un actor que hace de un actor), seguido de unos muy notables Tsutomu Yamazaki, Kenichi Hagiwara y el bueno de Masayuki Yui, que consigue una gran actuación poniéndose en la piel del villano Ieyasu. "Kagemusha" abre con un largo plano fijo de elaborada composición que marcará el estilo de la película hasta el final, donde el color, la puesta en escena, los efectos especiales y la fotografía de Takao Saito, unido a la banda sonora de Shinichiro Ikebe, ofrece una experiencia visual tremendamente atractiva al espectador.

Aventura, violencia, tragedia de corte "shakespeariano" y un punto de comedia redondean uno de los logros cinematográficos más longevos del director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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