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Voto de Chris Jiménez:
3
Acción. Thriller Domino Harvey (Knightley), una joven modelo hastiada de la vida de la alta sociedad, decide abandonar su carrera y se une al equipo de cazarrecompensas de Ed (Rourke) y Choco (Ramirez), con la esperanza de que las emociones fuertes le den un sentido a su vida. Contra todo pronóstico, demuestra tener un talento innato para salir de situaciones arriesgadas. Cuando el grupo recibe el encargo de recuperar diez millones de dólares robados, ... [+]
9 de febrero de 2024
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Puede que fuera la tía con más cojones que ha existido nunca, porque quien se atreviera a dudarlo acabaría con los suyos rotos. ¿Quién iba a pensar que una damita de la alta sociedad británica acabaría cazando criminales en los peores lugares de Beverly Hills?
Así era ella, Domino Harvey.

Que no se confunda nadie. Su vida fue, cuando menos, impactante, una odisea sobre el descubrimiento de la verdadera identidad a través de los caminos más violentos y menos recomendables que a cualquiera se le pudieran ocurrir. ¿Pero sirve el presente film para conocer algo sobre dicha odisea? No sirve de una mierda. El ilustre Tony Scott se cruzó con ella a finales de los '90 y le fascinó tanto que decidió trasladar sus vivencias a la gran pantalla; ella, ingenua, sin conocer realmente la maquinaria de Hollywood, más peligrosa que las escopetas que manejaba, aceptó.
Me hubiera gustado ver los primeros borradores rechazados por el director, a quien le parecieron "demasiado convencionales". Aquí el problema, como vemos, no era el guión, sino quien manejaba la cámara; la película empieza mal, por el final, con el trío de cazarrecompensas Ed, "Choco" y Domino enfrentados a una chiflada que debe devolver mucho dinero robado...y menos mal que estaba viendo "El Mensajero del Miedo" en televisión, así sabemos que la nena era hija del legendario Laurence Harvey. Este no es el modo de hacer las cosas, sr. Scott, y también le hablo a usted, sr. Richard Kelly, que vino a meter sus narices en un guión que seguro estaba mejor antes.

¿Y quién es la que le pone cara en la película? Pues la niña favorita de Hollywood allá por comienzos del 2.000, Keira Knightley; por ella siempre he sentido debilidad (pese a no ser una hembra voluptuosa), y más al verla con su "look" "punk" y barriobajero. Elizabeth Swann se nos vuelve macarra y cañera...¿tiene algo que ver con la Domino real? Ni de coña; Rosamund Pike habría sido mejor opción, o incluso Ellen Pompeo, aun procediendo de Massachusetts y no de Londres. Knightley captura nuestros ojos, pero no el carisma de la mujer a la que encarna, cuya vida es desgranada a través del "flashback" (la historia, por cierto, se cuenta en un "flashback" dentro de un "flashback").
Pero por su vida pasamos de puntillas. De su infancia a reformatorios, de ahí a la universidad y luego a su corto paso por la pasarela hasta acabar cazando fugitivos; no sabemos nada de sus muchos otros trabajos (como bombero, peón agrícola o diseñadora de moda), ni hay una mísera introspección psicológica que merezca la pena. Domino no era sólo mala, era una mujer solitaria, triste y totalmente fuera de lugar obsesionada por dar un sentido a su vida a través de canalizar la violencia que hervía en su interior. El papel de Knightley tiene atractivo físico pero ninguna profundidad.

Convertida por obra y gracia de Kelly y Scott en un arquetipo que ni siquiera la Domino real aprobaba, suceden otros fallos tremendos: mientras el primero la rodea de múltiples personajes en cuyas vidas también desea inmiscuirse (pero personajes, de igual manera, nada carismáticos, unidimensionales o, en el peor de los casos, irritantes, detestables; sin ir más lejos Edgar Ramírez ("Choco" era negro, no venezolano, en fin...) ), el segundo no arregla las cosas con el estilo que nos propone, ejemplificando lo mal que sentó a su cine la entrada en el nuevo siglo...
Y ello está en cada salto de plano, aberrante movimiento de cámara, puñetero filtro de pantalla, juego de colores o cambio de ritmo que hace de "Domino", a nivel visual y sonoro, una de las experiencias más desagradables de toda mi vida. Ni "Spun", con su montaje a velocidad supersónica, ni siquiera el experimento psicopirotécnico "Gamer", me hicieron sentir tan cerca del ataque epiléptico; al menos en el film de Akerlund se justifica como alusión visual a la consumición de "speed". Aquí no hay justificación. Scott pretende crear arte psicodélica de videoclip moderno acelerando tanto el pulso del montaje que lo único que logra, irónicamente, es aburrir.

Pero el error más grande no es hacer que Mickey Rourke, que quería irse con Guy Ritchie a hacer "Revolver", repita su papel de tipo duro como "mentor" sin mucho fundamento, sino, a eso de mitad de metraje, arrancar el protagonismo a Domino y dárselo al insoportable personaje de Lateesha, derivando todo en el clásico batiburrillo de intriga, más lioso que entretenido, tan a gusto del director. Es insultante tener a alguien como Domino, que atrae con su solo ser, y de repente olvidarse de ella y ponernos en mitad de un jaleo que mezcla atraco, gángsters, corrupción, sátira sobre los medios y otras subnormalidades para rellenar una hora entera de imágenes sin sentido.
Y es que todo esto no sucedió. Nunca hubo un "reality show" que siguiera al grupo de Ed Moseby, ni un atraco frustrado, niñatos de la mafia, los repelentes de "Sensación de Vivir", complots con el dueño de un casino, una psicóloga china que se hace pasar por japonesa, la puñetera nieta a la que hay que pagar una operación de yo qué leches sé. Lo que sí hubo fue una chica sin lugar en el mundo llamada Domino Harvey que pasó sus últimos años en clínicas de desintoxicación y sucumbiendo a un ataque por sobredosis de analgésicos; a ella no se le hace ningún maldito homenaje en ningún sitio.

Y gracias a Dios que falleció antes del estreno, porque Scott no habría tenido que tirarse desde el puente Vincent Thomas; lástima, también querría haber visto a Kelly con un agujero de AK-47 en los cojones. Por suerte la película fue un absoluto desastre en taquilla.
Ojalá alguien como Paul Schrader, Marc Forster o Walter Hill, o cualquier director del montón, se hubiera ocupado de contar la historia de la nativa londinense. Habría sido más convencional, pero también más decente que esta gilipollez de la que iba olvidando lo que sucedía mientras pasaba el tiempo; sólo los primeros minutos y Knigthley, porque me resulta magnética, se llevan a regañadientes mi aprobado.
Chris Jiménez
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