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Voto de Chris Jiménez:
7
Terror. Intriga. Thriller Un asesino que habla como un pato, ronda por Nueva York asesinando mujeres en forma grotesca. El detective Jack Headly se empleará a fondo para intentar cazarlo.
26 de diciembre de 2017
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Una muchacha un tanto detestable entra en un coche que no es suyo y pinta en el parabrisas con pintalabios para fastidiar al dueño.
De repente, en cámara subjetiva, un sujeto la acecha con un cuchillo, que se clava en la carne, rajando sin piedad, sacando tripas, retorciéndose hasta que la chica se queda hecha un despojo...

¿En esencia qué hemos visto? Ni más ni menos que el paradigma de lo que debe ser un "giallo" de pleno derecho, obviando cualquier rastro de sutileza y amargando la vista al público por medio de un torrente de violencia devastador; no muchos son los que pueden aguantar la aspereza de este cine que lleva creando adeptos desde los '60, aunque entonces el suspense y la intriga tomaban importancia por encima de la mera exposición de hemogoblina. Esto también influyó en Lucio Fulci, quien demostró ser un maestro del género cuando filmó "Una Lagartija con Piel de Mujer".
Pero muchas cosas cambiaron para este prolífico y versátil cineasta del "exploitation" italiano con la llegada de los '80 y su ascenso al éxito gracias a "Zombi 2", porque a partir de ese momento se centró en el terror y el fantástico; después de buenas lecciones en este campo como "Aquella Casa al Lado del Cementerio" y (la legendaria) "El Más Allá", el romano, que le había cogido el gusto a rodar en las Américas, se prepara junto a varios colaboradores (entre ellos Dardano Sacchetti) para su regreso a los relatos de despiadados asesinos, abandonados allá por 1.977, con el deseo de homenajear a su eterno mentor Hitchcock.

Una escena impactante en la que un perro encuentra una mano entre unos matojos y se la lleva a su sorprendido amo inicia esta crispante fábula en una New York sucia, oscura, viciosa e insegura según la desesperanzadora visión del director, que adopta la también expuesta en los films de Abel Ferrara o William Lustig, y en cuya repulsiva atmósfera se arrastran unos personajes secundarios que contribuyen a enturbiarla aún más con sus comportamientos extraños y moralmente reprochables, desde la esposa ninfómana que graba sesiones pornográficas para su marido impotente hasta el frío psicólogo homosexual.
Pero el protagonismo concierne primero a Williams, un cínico teniente de policía encargado de investigar los crímenes que se están cometiendo contra mujeres jóvenes, todas ellas destripadas; paradójicamente Fulci abandona la clásica intriga "hitchcockiana" de la cual hacía gala en sus antiguos "giallos" y se decanta por encojernos el páncreas usando grandes dosis de violencia al más puro estilo de sus compatriotas Riccardo Freda, Lamberto Bava o Joe D'Amato. Nos sumerge también en una búsqueda singular al dotar a su asesino de un carácter visceral y calculador y de una voz cuando menos escalofriante (¡la del Pato Donald!).

A los que somos conocedores del género, nada nos puede sorprender ya a estas alturas, pero Fulci, en una hábil jugada, vuelve a dejar claro que lo importante en el "giallo" no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta, y él hace alarde de su gusto por el mal gusto (valga la redundancia), por la ilógica más autopárodica y por las más rocambolescas particularidades (siempre gracias a las intervenciones de esos secundarios de lujo). Planea el espectro de DePalma y Argento en las secuencias subjetivas, y Fulci desliza su cámara sobre el arma homicida en cada asesinato, filmados con nervio y estilo, poniéndonos en la piel de las pobres víctimas sin concesiones.
Pero también recuerda al genio de "Psicosis" por su uso de los perfiles psicológicos y el despiste, de la trampa, ¿por qué si no mostraría tan deprisa a un psicópata que actuaba subjetivamente y que sin duda merece permanecer hasta el final en el anonimato? Scellenda es el señuelo aunque, como ese impertérrito detective, no lo sabemos de primeras; por eso insisto en cómo se desvelan las claves de un "giallo", porque el uso de lo convencional queda descartado, y más para alguien tan retorcido como Fulci, quien juega a revelarnos (al igual que en "Una Lagartija con Piel de Mujer") la posible identidad del asesino por medio del inconsciente y la actuación de los sueños (¡y a los 40 minutos, el muy landrú!)

Todo esto vendrá dado por una víctima convertida porque sí en protagonista accidental (aquí todo es posible), y a la que tendremos a bien apegarnos, sobre todo mientras Williams no tiene otra cosa que hacer salvo dar vueltas por el escenario (también muy típico de estos personajes...). Lo más destacado en "El Destripador de New York" es el choque visual planteado por el director; atmósferas tenebrosas rodeadas de intensidades gracias al uso de los ambientes sórdidos y los colores (en especial el rojo y el azul) y esa violencia, grotesca y chirriante, tanto que el film llega a ser tildado de "repugnantemente misógino" y así prohibido en varios países.
Y es que el bueno de Fulci, tan obsesionado con el dolor físico y la tortura, nunca ha sido alguien que pecase de sutileza, ni mucho menos que cambiara su visión por culpa de las críticas. A unos efectos especiales capaces de doblarnos el espinazo y la buena música de Francesco de Masi, se unen las correctas actuaciones de Andrea Occhipinti, habitual del género, Howard Ross, Paolo Malco, la guapas y maltratadas Zora Kerova y Cinzia de Ponti y en un papel muy mordaz el veterano Jack Hedley (el Havelock de "Sólo para sus Ojos"). Fulci también nos brindará un cameo "a lo Hitchcock", como jefe de policía.

¿Y al final qué queda? Una resolución sorpresa y rayando el sinsentido como en todo "giallo" que se precie...porque eso es lo que hace al género tan atractivo, lejos de los manidos estereotipos del "psychothriller" estadounidense.
Difícil para la persistencia retiniana por su salvajismo visceral pero una delicia para los amantes del "grindhouse" ochentero y del subgénero italiano; el realizador se supera mientras se parodia sin pudor. Podemos afirmar que se trató de su última joyita; desde aquí su carrera iría en una línea descendente...
Chris Jiménez
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