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Voto de Chris Jiménez:
6
5,9
7.510
Aventuras. Drama. Romance
Año 1886. Tras un naufragio frente a las costas de África, el heredero de la familia Greystoke, John Clayton, huérfano a los pocos meses de nacer, es adoptado por una tribu de simios, entre los que vive durante años. Descubierto por el Capitán D’Arnot, el joven Tarzán es llevado a Inglaterra, presentado a su familia y educado de acuerdo con su rango. (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Os presento el relato tal y como, tras laboriosos esfuerzos, me ha sido posible componer, a base de encajar las diversas fuentes de las que disponía. Y si la crónica no os parece digna de crédito, convendréis en que es extraordinaria, interesante y única...".
No se pueden tomar tales palabras en otro sentido que no sea el de estar a punto de sumergirnos en una gran aventura soñada. Es la prosa de Edgar Burroughs, que sin demasiada sutileza arrastra por su impronta y dinamismo, desde el corazón de la realeza británica hasta los confines de la costa occidental africana, su más famosa creación; es quizás esa sensación de épica lo que había inspirado al genio Robert Towne para dar forma a una prometedora obra maestra que, no obstante, le costaría el mayor de los disgustos por culpa de otro proyecto al cual ya le estaba dedicando mucho esfuerzo, su debut como cineasta ("Su mejor Marca").
Más tarde se arrepentiría de vender los derechos de su historia, pero entonces carecía de opciones. "Greystoke” pasó a manos de Warner y de rebote a las del premiado Hugh Hudson, quien salió de anuncios y documentales arrasando en los Oscars con su eminentemente británica hazaña deportiva "Carros de Fuego", tal vez el indicado para insuflar vida a ese proyecto estancado; esto pudo hacerse junto a otro guionista y establecer las bases para lo que acabaría siendo una de esas megaproducciones de la Historia del cine con buenas intenciones pero no tan lúcidos resultados...y es que volver a llevar a la gran pantalla al héroe del autor tras estar intentándose desde 1.918 era una empresa seria.
La clave para el director estaba en respetar el objetivo de Towne: alejarse lo máximo posible de los títulos clásicos que habían alimentado la imaginación del público, de las superficiales y atractivas caricaturas encarnadas en su día por Lex Barker, Johnny Weissmuller o Gordon Scott, y apostar por una aproximación más realista y creíble (algo que sin duda choca con el propio carácter aventuresco de la novela, pero aun así...). Un prólogo en escenarios naturales de África y decorados construidos para la ocasión, uso espectacular de los elementos formales y efectos especiales y la plena intensidad dramática abre boca para lo que Hudson desea ofrecernos.
Sobre un presupuesto de más de 30 millones, "Greystoke" eleva a las alturas la riqueza de la puesta en escena en términos de fotografía, ambientación, dirección artística, producción, vestuario, etc., a partir de lo ya visto y una introducción en el seno de la nobleza escocesa que nos presenta a ese lord John Clayton y su esposa Alice marchando a tierras africanas para resolver un asunto de fuerza mayor en las colonias británicas. Pero ni se profundiza en este detalle ni en el oscuro y descarnado episodio a bordo del navío Fuwalda, víctima de un motín contra su cruel capitán, como tampoco es plato de mi gusto ver que nos meten con calzador a Jane Porter cuando su aparición es muy posterior en el texto...
Esto indica: el escorarse al sentimiento trágico de la historia uniendo desde el principio a la familia Clayton y a quien será la futura protagonista femenina y el difícil hecho de encarar una adaptación no muy sujeta a la fidelidad para los que hayan leído la obra. Y es imposible no sentirse presa de la atmósfera de epopeya atemporal lograda por Hudson y su equipo, situándonos, tras un naufragio que llega muy pronto, en el corazón del peligro que entraña la espesa jungla, bajo el dominio de cazadores caníbales o de grandes grupos de simios.
La película se divide así en dos grandes arcos, y el primero abarca lo mejor pese a olvidar o modificar muchos detalles del texto. Tras la narración de Clayton muere su enferma esposa y no puede detener la horda de gorilas que invade su casa, construida entre árboles; el bebé superviviente es adoptado por Kala (algo desapercibido por los no conocedores del libro, pues sería patético que los animales se pusieran a hablar...) y se inicia la adaptación al entorno ajeno. Imágenes poderosas y bellas con el niño blanco entre seres que no corresponden a su raza, que (milagrosamente) crece y abandona su condición humana para amoldarse a la animal...
Hudson se presta a la grandilocuencia visual y narrativa a la vez que al aspecto más romántico, naturalista y crudo, cerca de una visión que podrían compartir Annaud o compatriotas suyos como Joffé, Boorman y el ilustre Attenborough, mientras "El Pequeño Salvaje", basada en hechos reales, es una referencia a tener en cuenta, incluso mayor que la dada por Burroughs, ya que el primero se aferra a un estilo similar en su descripción de la adaptación del niño a la sociedad primitiva de los mangani, además del daño al entorno natural causado no sólo por la avanzada civilización del hombre blanco, sino la por la presencia humana en general.
En este caso, la deshumanización del pequeño John/Tarzan es lo que conduce a su pureza, y sin embargo le es inevitable volver a sus raíces en un proceso de regresión que le convertirá en eso contra lo que luchaba: el hombre; al fin y al cabo la condición y los genes son algo impuesto y no se pueden rechazar. Pero la esencia se pierde por todas partes cuando, en lugar de escudriñar en su origen humano por sí mismo, precisa de otro humano, en este caso D'Arnot, figura secundaria en la novela (que llegaba a África junto a Jane). Insultante en opinión de un servidor.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Para Burroughs ganaba la naturaleza humana, para Hudson gana la naturaleza salvaje (expresado en un magistral diálogo climático de Lambert), pero una decepcionante tergiversación. Decepciones para crítica y público, pero "Greystoke" se saldó con una recaudación moderada y una buena recepción en los Oscar.
Magnífica a nivel técnico y formal, correctas interpretaciones, pero a falta de una revisión en su segunda mitad, que es una crucifixión para gustar a los fans de la obra. Y el héroe del autor sigue sin tener un homólogo decente en el cine...
No se pueden tomar tales palabras en otro sentido que no sea el de estar a punto de sumergirnos en una gran aventura soñada. Es la prosa de Edgar Burroughs, que sin demasiada sutileza arrastra por su impronta y dinamismo, desde el corazón de la realeza británica hasta los confines de la costa occidental africana, su más famosa creación; es quizás esa sensación de épica lo que había inspirado al genio Robert Towne para dar forma a una prometedora obra maestra que, no obstante, le costaría el mayor de los disgustos por culpa de otro proyecto al cual ya le estaba dedicando mucho esfuerzo, su debut como cineasta ("Su mejor Marca").
Más tarde se arrepentiría de vender los derechos de su historia, pero entonces carecía de opciones. "Greystoke” pasó a manos de Warner y de rebote a las del premiado Hugh Hudson, quien salió de anuncios y documentales arrasando en los Oscars con su eminentemente británica hazaña deportiva "Carros de Fuego", tal vez el indicado para insuflar vida a ese proyecto estancado; esto pudo hacerse junto a otro guionista y establecer las bases para lo que acabaría siendo una de esas megaproducciones de la Historia del cine con buenas intenciones pero no tan lúcidos resultados...y es que volver a llevar a la gran pantalla al héroe del autor tras estar intentándose desde 1.918 era una empresa seria.
La clave para el director estaba en respetar el objetivo de Towne: alejarse lo máximo posible de los títulos clásicos que habían alimentado la imaginación del público, de las superficiales y atractivas caricaturas encarnadas en su día por Lex Barker, Johnny Weissmuller o Gordon Scott, y apostar por una aproximación más realista y creíble (algo que sin duda choca con el propio carácter aventuresco de la novela, pero aun así...). Un prólogo en escenarios naturales de África y decorados construidos para la ocasión, uso espectacular de los elementos formales y efectos especiales y la plena intensidad dramática abre boca para lo que Hudson desea ofrecernos.
Sobre un presupuesto de más de 30 millones, "Greystoke" eleva a las alturas la riqueza de la puesta en escena en términos de fotografía, ambientación, dirección artística, producción, vestuario, etc., a partir de lo ya visto y una introducción en el seno de la nobleza escocesa que nos presenta a ese lord John Clayton y su esposa Alice marchando a tierras africanas para resolver un asunto de fuerza mayor en las colonias británicas. Pero ni se profundiza en este detalle ni en el oscuro y descarnado episodio a bordo del navío Fuwalda, víctima de un motín contra su cruel capitán, como tampoco es plato de mi gusto ver que nos meten con calzador a Jane Porter cuando su aparición es muy posterior en el texto...
Esto indica: el escorarse al sentimiento trágico de la historia uniendo desde el principio a la familia Clayton y a quien será la futura protagonista femenina y el difícil hecho de encarar una adaptación no muy sujeta a la fidelidad para los que hayan leído la obra. Y es imposible no sentirse presa de la atmósfera de epopeya atemporal lograda por Hudson y su equipo, situándonos, tras un naufragio que llega muy pronto, en el corazón del peligro que entraña la espesa jungla, bajo el dominio de cazadores caníbales o de grandes grupos de simios.
La película se divide así en dos grandes arcos, y el primero abarca lo mejor pese a olvidar o modificar muchos detalles del texto. Tras la narración de Clayton muere su enferma esposa y no puede detener la horda de gorilas que invade su casa, construida entre árboles; el bebé superviviente es adoptado por Kala (algo desapercibido por los no conocedores del libro, pues sería patético que los animales se pusieran a hablar...) y se inicia la adaptación al entorno ajeno. Imágenes poderosas y bellas con el niño blanco entre seres que no corresponden a su raza, que (milagrosamente) crece y abandona su condición humana para amoldarse a la animal...
Hudson se presta a la grandilocuencia visual y narrativa a la vez que al aspecto más romántico, naturalista y crudo, cerca de una visión que podrían compartir Annaud o compatriotas suyos como Joffé, Boorman y el ilustre Attenborough, mientras "El Pequeño Salvaje", basada en hechos reales, es una referencia a tener en cuenta, incluso mayor que la dada por Burroughs, ya que el primero se aferra a un estilo similar en su descripción de la adaptación del niño a la sociedad primitiva de los mangani, además del daño al entorno natural causado no sólo por la avanzada civilización del hombre blanco, sino la por la presencia humana en general.
En este caso, la deshumanización del pequeño John/Tarzan es lo que conduce a su pureza, y sin embargo le es inevitable volver a sus raíces en un proceso de regresión que le convertirá en eso contra lo que luchaba: el hombre; al fin y al cabo la condición y los genes son algo impuesto y no se pueden rechazar. Pero la esencia se pierde por todas partes cuando, en lugar de escudriñar en su origen humano por sí mismo, precisa de otro humano, en este caso D'Arnot, figura secundaria en la novela (que llegaba a África junto a Jane). Insultante en opinión de un servidor.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Para Burroughs ganaba la naturaleza humana, para Hudson gana la naturaleza salvaje (expresado en un magistral diálogo climático de Lambert), pero una decepcionante tergiversación. Decepciones para crítica y público, pero "Greystoke" se saldó con una recaudación moderada y una buena recepción en los Oscar.
Magnífica a nivel técnico y formal, correctas interpretaciones, pero a falta de una revisión en su segunda mitad, que es una crucifixión para gustar a los fans de la obra. Y el héroe del autor sigue sin tener un homólogo decente en el cine...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De acuerdo, la necesidad de ser educado por ese hombre para alcanzar el conocimiento recalca el efecto del progreso/colonialismo sobre el mundo salvaje, al que hay que enseñar y civilizar, pero despoja de inteligencia propia, de auténtica capacidad humana al protagonista, que en un esfuerzo individual recuperaba sus orígenes; esto puede salirse del esquema realista que pretende Hudson, pero desde luego era más satisfactorio.
Si antes Truffaut encarnaba a ese "educador" (Jean-Marc Itard) en su propio trabajo, ahora al explorador belga le da vida Ian Holm, y de una manera espléndida, todo sea dicho, contrastando con el físico esbelto y fuerte (pero lejos de los héroes musculosos anteriores) de Christopher Lambert en su primer film fuera de su país natal.
Aunque en pantalla resulten un agradable dúo, todo lo sucedido entre sus personajes es incoherente (¿y por qué la narración omnisciente está en posesión de D'Arnot ahora?). Más de un guiño habrá a Attenborough, Joffé y Coppola durante este tramo, que culmina en la decisión de ambos de aventurarse en lo profundo del entorno y volver a casa...y hasta aquí el concepto original de Towne. A partir de dicha escisión, de este cambio abrupto de escenario, lo acontecido es todo un disparate, que nada tiene que ver con el texto, invención autónoma de Michael Austin y el cineasta.
Este último, de familia burguesa y en rebelión contra las sociedades elitistas a las que sus padres querían introducirle, se identifica con el homólogo de John/Tarzan que crea para la ocasión, llevado al palacio familiar y forzado a pertenecer a un estrato social demasiado alto para su condición. Y mientras se nos obliga a contemplarle soportando las hipocresías, frivolidades, refinadas maneras, calumnias y desprecio mal disimulado de esa nobleza, que no tarda en glorificar sus lujos y posesiones bajo la mirada ácida de Hudson, se hace ahínco en la historia de amor que nace entre el protagonista y Jane.
Ella es una joven Andie MacDowell debutando en pantalla aunque desgraciadamente doblada por Glenn Close debido a su fuerte acento norteamericano (el personaje, si recordamos, era norteamericano en el libro; sin comentarios...). Pero este trío amoroso es otra invención, ya que no hay un William Clayton que desee usurpar el lugar al "reformado" John, sino otro imbécil estirado que está para estorbar en un romance muy dulcificado, con los retazos de melodrama puramente británicos de Frances Burney y algo de inocente erotismo; a lo largo de este tedioso segundo arco sólo destacará el envejecido conde original de Greystoke.
Abuelo del retornado heredero, lo interpreta el enorme Ralph Richardson en el último papel de su vida; algo conmovedor transmite este personaje que la película quiere relegar a secundario y al final incluso termina robando el protagonismo a Lambert, gracias a una actuación sutil y bastante triste tras crecer su deterioro mental (en una secuencia demoledora, en pleno éxtasis de felicidad al observar al que cree que es su hijo en posesión de su recién anunciado imperio, el viejo, arrojándose por las escaleras, intenta viajar a su infancia, a su época no civilizada y salvaje, y eso, irónicamente, acaba matándole).
La parte final es otra locura, dramática y tétrica, que se da con el reencuentro del anciano simio deo clan de África, ahora pieza de colección de la sociedad moderna; tramo más desgarrador cuanto que John pierde a su padre humano y a su padre simio, y cada uno debido a la causa contraria (uno por culpa de querer volver a su estado "salvaje", el otro por culpa de la avanzada civilización).
No hay, por tanto, viaje a EE.UU., sino vuelta donde todo empezó; error garrafal: en la novela demostraba su humanidad actuando en favor de la felicidad de Jane, en el film sucumbe a su instinto al ser testigo de la crueldad y el cinismo de la sociedad, y prefiere volver a ser un animal...
Si antes Truffaut encarnaba a ese "educador" (Jean-Marc Itard) en su propio trabajo, ahora al explorador belga le da vida Ian Holm, y de una manera espléndida, todo sea dicho, contrastando con el físico esbelto y fuerte (pero lejos de los héroes musculosos anteriores) de Christopher Lambert en su primer film fuera de su país natal.
Aunque en pantalla resulten un agradable dúo, todo lo sucedido entre sus personajes es incoherente (¿y por qué la narración omnisciente está en posesión de D'Arnot ahora?). Más de un guiño habrá a Attenborough, Joffé y Coppola durante este tramo, que culmina en la decisión de ambos de aventurarse en lo profundo del entorno y volver a casa...y hasta aquí el concepto original de Towne. A partir de dicha escisión, de este cambio abrupto de escenario, lo acontecido es todo un disparate, que nada tiene que ver con el texto, invención autónoma de Michael Austin y el cineasta.
Este último, de familia burguesa y en rebelión contra las sociedades elitistas a las que sus padres querían introducirle, se identifica con el homólogo de John/Tarzan que crea para la ocasión, llevado al palacio familiar y forzado a pertenecer a un estrato social demasiado alto para su condición. Y mientras se nos obliga a contemplarle soportando las hipocresías, frivolidades, refinadas maneras, calumnias y desprecio mal disimulado de esa nobleza, que no tarda en glorificar sus lujos y posesiones bajo la mirada ácida de Hudson, se hace ahínco en la historia de amor que nace entre el protagonista y Jane.
Ella es una joven Andie MacDowell debutando en pantalla aunque desgraciadamente doblada por Glenn Close debido a su fuerte acento norteamericano (el personaje, si recordamos, era norteamericano en el libro; sin comentarios...). Pero este trío amoroso es otra invención, ya que no hay un William Clayton que desee usurpar el lugar al "reformado" John, sino otro imbécil estirado que está para estorbar en un romance muy dulcificado, con los retazos de melodrama puramente británicos de Frances Burney y algo de inocente erotismo; a lo largo de este tedioso segundo arco sólo destacará el envejecido conde original de Greystoke.
Abuelo del retornado heredero, lo interpreta el enorme Ralph Richardson en el último papel de su vida; algo conmovedor transmite este personaje que la película quiere relegar a secundario y al final incluso termina robando el protagonismo a Lambert, gracias a una actuación sutil y bastante triste tras crecer su deterioro mental (en una secuencia demoledora, en pleno éxtasis de felicidad al observar al que cree que es su hijo en posesión de su recién anunciado imperio, el viejo, arrojándose por las escaleras, intenta viajar a su infancia, a su época no civilizada y salvaje, y eso, irónicamente, acaba matándole).
La parte final es otra locura, dramática y tétrica, que se da con el reencuentro del anciano simio deo clan de África, ahora pieza de colección de la sociedad moderna; tramo más desgarrador cuanto que John pierde a su padre humano y a su padre simio, y cada uno debido a la causa contraria (uno por culpa de querer volver a su estado "salvaje", el otro por culpa de la avanzada civilización).
No hay, por tanto, viaje a EE.UU., sino vuelta donde todo empezó; error garrafal: en la novela demostraba su humanidad actuando en favor de la felicidad de Jane, en el film sucumbe a su instinto al ser testigo de la crueldad y el cinismo de la sociedad, y prefiere volver a ser un animal...