Esta es la última película que rodó la gran Sardà, la mujer de los dos Goya, la mejor presentadora que jamás tuvo la gala. Triste despedida, en cuanto a nivel cinematográfico. No es culpa suya, ni de su compañera,la admirable Verónica Forqué. Ambas intentan construir sus personajes con cierto sentido. Pero es que nada lo tiene en esta comedia que de tan ligera se evaporiza y se queda en nada.

Salvo los paisajes y las puestas de sol de Lanzarote, siempre admirables, el resto de metraje transcurre con algo similar a ratos simpáticos salpicados de alguna sonrisa perdida. Poco, muy poco bagaje para un reparto casi estelar, para una historia de reivindicación del amor entre mujeres que hubiera tenido mucho más recorrido si hubiera un buen guión detrás.

Tanto desperdicio de expectativas, de medios y personajes, acaban por cansar al espectador que sabe exactamente qué va a ocurrir y cuándo va a suceder, por lo que se ahorra la carcajada, en un improbable caso de que esto sucediese.

Desvaída, no alcanza el nivel de comedia ni siquiera el de subgénero de comedia de verano.

Descanse en paz, Rosa María.