El cine que se hace llamar independiente se reconoce por una cierta precariedad en la puesta en escena que debe ser, imprescindible, suplida por una frescura en el argumento, los actores y la dirección que compensa y, en ocasiones, trasciende más allá y se convierte en cine en estado virgen. Si esta definición, personal y subjetiva, sirve de algo, esta película es una especie de cine independiente de segunda. La historia tiene potencial, aunque no es original, el tratamiento es correcto, los actores también. Pero le falta algo. Alma, empaque, mensaje, se puede llamar de cien maneras diferentes. La historia de una chica casi adolescente con una vida amarga y sin esperanza, con una familia en la que la incomunicación y el aburrimiento están instalados, en una ciudad sin futuro, que de repente sufre un trauma en forma de muerte violenta y autoprovocada de un amigo ya la hemos visto, similar, en muchas ocasiones. No aporta gran cosa, ni la historia, ni la manera de contarla, ni los actores. No es una película que vayamos a recordar, desde luego.