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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama En 1924, con sólo 29 años, J. Edgar Hoover fue nombrado director general del FBI para que reorganizara la institución. Obsesionado con detener a comunistas, gángsters, delincuentes y a cualquiera que fuera un peligro para la nación, Hoover ocupó el cargo hasta su muerte en 1972, sobreviviendo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó inútilmente destituirlo. Los archivos que guardaba celosamente, llenos de secretos inconfesables ... [+]
14 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A medida que, sembrando miedo con respecto a la seguridad del país, iba ganando recursos para darle un carácter sólido, científico y de la más alta dotación a su Federal Bureau of Investigations (FBI), su director John Edgar Hoover (tan solo Edgar para su madre y J. Edgar cuando firmaba), comenzó a usar su poder para hacerse con un Archivo Confidencial del que solo sabían su leal secretaria Helen Gandy -única hasta su muerte-, y el gran amor de su vida y su brazo derecho, Clyde Tolson, el hombre con el que compartió absolutamente todo… hasta ser enterrados a escasos metros el uno del otro.

En ese archivo, Hoover guardaba todos los secretos que, de la vida intima de las grandes personalidades del país (presidentes, primeras damas, políticos de todos los sectores, gente de Hollywood y de la cultura…) conseguía obtener mediante su amplísima red de informantes. Y cuando su poder podía tambalear en lo más mínimo, sacaba a relucir lo que sabía… y entonces todo lo suyo seguía intacto. Así se sostuvo, durante 48 años, como empleado primero de la llamada Oficina de Investigación y luego como fundador y director del FBI (como pasó a llamarse luego)... mientras ocho presidentes pasaron por el solio de La casa blanca.

Sobre la compleja, maquinadora, obsesiva y penosa existencia de J. Edgar Hoover, Clint Eastwood ha logrado un filme muy profundo, valiente y equilibrado, donde consigue extraer los puntos más oscuros del personaje, pero también salen a flote sus rasgos humanos que, como todo hombre, los tenía.

Criado por una madre que anhelaba un hombre de empuje y de gran virilidad (“Preferiría tener un hijo muerto que un hijo mariposón”, llegaría a decirle enterada de sus andanzas), y cuyo rechazo lo laceraba en el fondo de su alma, Hoover viviría siendo siempre un hombrecillo temeroso e inseguro de sí mismo, que se revestía de poder externo para poder acallar su profunda fragilidad interior.

Con un sólido guión de Dustin Lane Black, y alternando constantemente presente-futuro y viceversa, Eastwood profundiza, hasta donde le es factible, en la vida de este minúsculo hombrecillo que se armó de valor para conseguir ser alguien, y que, persiguiendo obsesivamente a todos los que él llamaba radicales (comunistas, anti-segregacionistas, sindicalistas, pacifistas…) logró hacerse importante en un país que terminó dándole más poder del que podía manejar con corrección.

Lo que hizo, no pudo salvar al hijo de Charles Lindbergh… no consiguió impedir que siguiera adelante el movimiento anti-racista de Martin Luther King, ni que recibiera el premio Nobel de la Paz… tampoco pudo evitar el asesinato del presidente Kennedy, ni la corrupción de la clase política… pero sí logró que, el presupuesto para la supuesta seguridad de una nación que presiente tener muchos enemigos, ¡por quién sabe cuantas razones!, se incrementara en forma exorbitante de ahí en adelante, hasta el punto de que, para el año 2013, iba ya en ¡60.800 millones de dólares! ¿Se imaginan lo que podría hacerse con esta suma si lo que se quisiera fuera la paz?

Leonardo DiCaprio, suma aquí otra brillante caracterización en su carrera, que lo pone en la figura de Hoover desde los 19 años hasta los 77, edad en la que, finalmente, fallecería. Como su frustrada experiencia amorosa, pero fiel y eterna secretaria, Naomi Watts resulta muy sobria y ejemplar. Y Armie Hammer, como Clyde Tolson, será el hombre que decidirá sus inclinaciones sexuales, se convertirá en el gran amor de su vida, y siendo cálido y frentero a la vez, será también la única persona que osaría decirle a Hoover las mayores verdades, porque sabía más de él que lo que él mismo consiguió saber de cualquier otra personalidad.

Suenan aplicables a él mismo, las elocuentes palabras que un día manifestara J. Edgar Hoover: "Cuando ante la decadencia de la moral los hombres buenos no hacen nada, el mal florece".

“J. EDGAR” es un revelador documento que vale la pena conocer.
Luis Guillermo Cardona
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