Año 2054. ¡Pobre futuro, si esto es el futuro! Philip K. Dick y Steven Spielberg ven a los EEUU como una nación con los mismos contrastes de pobreza y opulencia de hoy, las grandes ciudades plagadas de anuncios cada vez con más movimiento, más luminosos y más recargados, vehículos de transporte más rápidos y sofisticados, y las autoridades policiales gozando de una tecnología de punta que les permite tener cada espacio bajo su control. Y de ñapa, hemos vuelto a los infames tiempos de la esclavitud: Si se enteran de que eres precognisciente (pre-cog), te contratarán para meterte en una suerte de espesa piscina, donde pasarás todo el tiempo sin poder nadar y sin poder hacer otra cosa que pensar, porque servirás a la patria con unos cables pegados a la cabeza, con los que verán todo lo que pase por tu mente pudiendo detectar cualquier precognición de un futuro asesinato. Así, sirves a Precrimen, la nueva técnica investigativa de que ahora se vale el Estado y que, en seis años que lleva en funcionamiento, ha reducido la criminalidad en un 90%.

Medio siglo añadido a la ya larga historia de la especie humana, y todavía no pasa por la mente de las autoridades, ni de la clase política que, el camino para la paz, es la justicia social: mayor equidad, más educación (para todos) y más empleo (mejor remunerado y en condiciones dignas), entre otras cosas. Seguimos creyendo, absurdamente, que se trata de reprimir, de aumentar el pie de fuerza y los recursos técnicos. Por fortuna, la película dejará bien sentado que, en esto último, suele surgir un gran vacío que da lugar a penalizaciones injustas y terribles condenas de seres inocentes.

Steven Spielberg ha hecho un filme que descresta con sus aspectos formales, Técnicamente intachable y con una trama novedosa que mantiene el interés con su nueva alternativa anticrimen. La acción es trepidante, la puesta en escena descrestante, fotografía y música sin objeciones… y hasta un Tom Cruise en un rol bastante convincente, acompañado por una Samantha Morton que conmueve como Agatha, y el eterno Max von Sydow, en una espléndida ambivalencia como el jefe Burgess.

Quedan algunas preguntas sin resolver: ¿Quién cuestiona la esclavitud de los precogs?, ¿Cómo puede, un pequeño comando y con la ayuda de solo tres precogs, detectar y detener todos los crímenes que se gestan cada día en una de las naciones más grandes del planeta?, ¿Por qué nadie, en el resto del mundo, mostró interés por el "efectivo programa"?...

“MINORITY REPORT” es un buen entretenimiento, con deplorables presagios para el futuro de la humanidad. Si las cosas van a ser así, no vale la pena que me afane por llegar a los cien años.

Título para Latinoamérica: "SENTENCIA PREVIA"