El inglés, John H. Tunstall, fue un ranchero y respetable hombre de negocios que trabajaba en asocio con el eminente abogado, Alexander McSween. Tunstall tenía su rancho en Lincoln, Nuevo México, EE.UU., y en 1877, cuando en la vida de Tunstall comenzaba a interferir L. G. Murphy, un inescrupuloso comerciante que hacía parte del llamado Anillo de Santa Fe (políticos, empresarios, ganaderos y militares que, con los más infames métodos, controlaban gran parte del territorio), el joven y famoso pistolero, William H. Bonney, mejor conocido como Billy the Kid, llegó para trabajar con el apreciado inmigrante. La gallardía y el tolerante trato con que, Tunstall, le trató siempre, llevaron a que, el impulsivo Billy, lo respetara profundamente e incluso llegase a considerarlo como su segundo padre… pero la positiva relación no duró mucho, porque el deshonesto sheriff, William Brady -contratado por el Anillo-, tenía un plan para acabar con la vida del hombre que anhelaba convertirlo en un ciudadano respetable.

Lo que ocurrió antes y después, y lo que, entonces, hizo Billy, aparece en el libro, “The Saga of Billy the Kid”, que escribiera Walter Noble Burns, el cual sirvió como punto de partida para el guion que firmara, Gene Fowler, y que, con notable acierto, dirigiera David Miller. El propósito de esta nueva historia es bastante plausible, pues, se pretende recrear uno de los muchísimos pasos con que, la gente más digna y civilizada de los Estados Unidos de Norteamérica, ha procurado dignificar a una nación donde la violencia que ha causado el libre porte de armas -antes y ahora- trae consigo enormes y terribles desgracias día a día.

Billy, es símbolo de esa generación caduca y explosiva que, por miedo -o por conveniencia- sigue ejerciendo la más alta resistencia a cambiar las tradiciones, mientras sigue pensando y/o promoviendo que, sólo con la ley de las armas se puede hacer justicia. Eric Keating -como se ha dado en llamar en el filme a Tunstall- piensa, en cambio, que las armas sólo deben estar en manos de los hombres de ley, y que, portar un arma es abrirle la posibilidad a un necio asesinato o a la más atroz masacre.

Como era de esperarse, la posición pacifista del filme le generó una buena repulsa, pero, su historia sigue vigente y, personalmente creo que, David Miller, se ha abonado otro buen crédito a su historial. Con su magnífica fotografía, su esplendorosa ambientación, y con esa trama que se da afortunadas pausas para ahondar en edificantes relaciones humanas y también para mostrar las maquinaciones de los más obtusos de los hombres, Miller consolida una grata aventura que recomendamos sin restricciones.

En la actuación, bien por Ian Hunter, quien, como Keating, da cuenta de la suerte de hombres que harta falta hacen en la sociedad actual. Brian Donlevy (Jim Sherwood), el amigo leal dispuesto a dar una oportunidad al compañero descarriado; y Gene Lockhart (que da vida a Dan Hickey), el hombre sin escrúpulos que cada día empaña a la humanidad. En cuanto a Robert Taylor, además de que estaba bastante mayorcito para representar a Billy the Kid, resulta demasiado divo al lado del desaliñado y desadaptado pistolero que, en sus 21 años, asesinó a 21 hombres.

Como dato curioso, se dice que, como era diestro, Taylor entrenó durante varias semanas para aprender a manejar el revólver con la mano izquierda, y así aparece en el filme… pero, hace ya algún tiempo, se aclaró que, la hasta entonces, única fotografía que se conocía de Billy the Kid, lo hacía lucir zurdo porque se reveló con el negativo invertido… pero, en realidad, era diestro.

Título para Latinoamérica: GALANTE Y AUDAZ