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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama En el Japón medieval, devastado por las guerras feudales, un vulgar ladrón es elegido para sustituir a un poderoso señor de la guerra, que acaba de morir. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras seis años de receso –su última excelente película, “Dersú Uzalá”, la había hecho en la Unión Soviética en 1974-, Akira Kurosawa contó con la influyente ayuda de los americanos Francis Coppola y George Lucas, quienes intercedieron ante la Fox, para que financiara su gran proyecto “KAGEMUSHA”, a cambio de los derechos de distribución mundial de la película.

Todo se dio luego para que el filme tuviera el aspecto técnico de una gran producción: Cientos de extras, una puesta en escena cuidadosamente adecuada al siglo XVI, vestuario obtenido de verdaderas colecciones de museo, fotografía de alto relieve, una banda sonora majestuosa interpretada por una sinfónica en pleno, y un protagonista de muchos quilates como fue Tatsuya Nakadai.

Se quería recrear los entresijos del poder, la vida de los grandes señores de la guerra con sus rivalidades, sus peleas por tripa, sus afectos y sus pasiones, sus estratagemas… y su utilización de los seres humanos para su exclusiva conveniencia. De paso, nos toca padecer sus aburridos protocolos, sus extensas reuniones y su accionar a veces demasiado lerdo. Un perfecto panorama de una sociedad felizmente desaparecida, a la que, Kurosawa, es capaz de mirar con ojos tan críticos como afectuosos.

El personaje del humilde ladrón, conseguido para suplantar al señor de la guerra Shingen Takeda, es entrañable y llena la historia de una calidez y una profundidad humana que, como era de esperarse, los señores feudales jamás llegan a entenderla, y sólo Takemaru, el pequeño heredero al trono, descubre la fuerza afectiva que lleva dentro y consigue compartir con él un sentimiento surgido desde el corazón.

El filme, a mi manera de ver, se resiente en la primera parte por el exceso de reuniones de piso (conté casi una docena en la primera hora y media), y de no ser por la calidad de los diálogos, el sopor pudo haber alcanzado a más de uno. La escena del sueño, no obstante contar con un excelente decorado, también me resulta poco elocuente, y dos o tres escenas más, bien pudieron prescindir de parte de su metraje.

Por tales razones, creo yo que “KAGEMUSHA” se goza a medias. En todo caso, no encuentro argumentos para colocarla entre lo más sobresaliente del maestro Kurosawa.
Luis Guillermo Cardona
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