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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama Narra la agotadora odisea de unos profesores que recorren las montañas kurdas, en la frontera entre Irán e Iraq, buscando alumnos a los que enseñar... (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Said y Reeboir son dos, entre una decena de maestros, que sienten que su profesión es lo más importante del mundo y quizás saben que, solo mediante la educación, se puede conseguir que haya hombres libres, conciencias despiertas y naciones en paz. Para Said y Reeboir, la guerra que ahora tiene enfrentado a su país, Irán, contra su vecino Irak, que los tiene a ellos en medio de las balas y los bombardeos, no les impide llevar adelante su propósito de alfabetizar, a cualquier costo, las zonas rurales donde habitan muchísimos niños y adultos mayores que no han tenido acceso a las letras.

La labor de estos profesores nos resulta surreal y poderosa, admirable y profundamente humana – ¡jamás vista en otro lugar del mundo! – pues, con una pizarra al hombro y a pie, recorren las montañas del Kurdistán buscando con ansia a alguna persona que acepte convertirse en su alumno. No reciben sueldo y sólo esperan algo de comida para calmar sus largas horas de aguante.

Separados sus caminos, Said se encuentra con un grupo de ancianos que espera cruzar la frontera para regresar a su tierra natal. Huyen del hambre y de la guerra, están enfermos, y con ellos viaja solo una mujer, viuda y llamada Halaleh, quien carga a su pequeño hijo y cuida de su padre enfermo de la próstata. Con la esperanza de enseñar a alguien y de obtener algo de alimento, Said se convierte en su guía, buscará acercarse a la joven mujer, y hará que su pizarra adquiera toda suerte de transmutaciones según las necesidades. Por su parte, Reeboir se ha topado con un grupo de niños contrabandistas y también decide guiarlos guardando, como su amigo, la esperanza de que alguno acepte convertirse en letrado.

Resulta mágica la manera como aquellas pizarras, símbolo de la educación, se van convirtiendo en camilla para el descanso, tabla de salvación contra la guerra, protección de las heridas, percha de ropas… y hasta espacio para plasmar un “te quiero” que permanecerá para siempre.

Con algunos actores profesionales (Said Mohamadi y Bahman Ghobadi representando a los dos profesores y Behanz Jafari como Halaleh) y un amplio grupo de actores naturales, la jovencísima directora iraní, Samira Makhmalbaf (con 20 años de edad al momento de rodar la película) consigue un filme de innegable impacto y magnetismo que, con toda su simpleza, resulta imprescindible como documento histórico y como registro de un compromiso humano absolutamente ejemplar.

Sin haber pretendido hacer un filme político, con “LA PIZARRA”, Samira Makhmalbaf debería sembrar vergüenza en aquellos gobernantes que se dedican a hacer la guerra con intereses mezquinos e invirtiendo gigantescas sumas de dinero con el cual se podría mejorar, significativamente, las condiciones de muchos pueblos cansados de sufrir.
Luis Guillermo Cardona
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