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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama. Romance Naná aspira a triunfar en el teatro. Después de un fracaso estrepitoso al interpretar el papel de dama distinguida, decide a aceptar las reiteradas proposiciones del Conde Muffat. Al mismo tiempo que se convierte en su amante se transforma también en una mujer cruel, indiferente y escandalosa. En "Nana" es indiscutible la influencia de "Esposas frívolas", de Erich von Stroheim (1921), donde la codicia se presenta como la pasión más ... [+]
14 de abril de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijo del renombrado pintor impresionista, Auguste Renoir, la estética fue algo que predominó siempre en la formación de Jean Renoir quien, desde niño, tuvo el privilegio de codearse con los mayores intelectuales y artistas de la época que, con asidua frecuencia, visitaban su casa o conocía en las suyas. Piloto durante la I Guerra Mundial, donde alcanzó el grado de teniente, a su regreso a casa, luego de haber sido herido durante un combate, Renoir conoció a la modelo de su padre, Andrée Heuchling, y poco después de que su progenitor falleciera, se casó con ella, convirtiéndola pronto en la actriz Catherine Hessling, nombre con el que aparecería en las películas que juntos hicieron.

Convertido en director de cine tras haber sido un creativo ceramista, y haber estudiado filosofía y matemáticas, de Renoir nadie esperaba algo distinto a lo que realmente fue desde sus comienzos: Un artista de primera línea como su padre. Él sabía muy bien esto y por eso lo arriesgó todo cuando decidió llevar al cine una de las novelas más exitosas que se habían publicado en Francia y en toda Europa en el siglo XIX: “Naná” (Émile Zola, 1880).

Un millón de francos invirtió, Renoir, en la realización de esta película donde la escenografía de Claude Autant-Lara (posteriormente otro notable director), es de una altura y una belleza característica de una superproducción; donde la iluminación y la fotografía son arte puro en casi todas sus composiciones… y ¡ni qué decir de la rigurosa edición o de los elegantes intertítulos que utilizó! En sus aspectos formales, creo que, a la <<NANÁ>> de Jean Renoir, muy pocos le denegarían un sobresaliente.

De hecho, la "crítica especializada" se desbordó en elogios… pero, extrañamente, al público no le gustó <<NANÁ>> y la película fue un fracaso de taquilla que dejó al celebrado director, Jean Renoir, a punto de la quiebra, tras haber vendido, incluso, varios cuadros de su padre para poder terminar la película.

Y ¿quién tenía razón esta vez, la crítica o el público? En lo personal, creo rotundamente que la razón la tenía el público, y ésto por dos motivos trascendentales: El primero, que a nadie que hubiera leído la novela - ¡y vaya si entre el público había gente que la había leído! – le gustó el cambio sustancial que Renoir dio al personaje de Émile Zola, al convertir a Naná en un ser abominable, perverso y degradado, cuando para el escritor francés ella era un ‘ángel’ de embelesadora belleza, complaciente, llena de grandes anhelos y un ser que hacía el mal sin nunca pretenderlo.

Creo, tras haber leído una decena de sus más importantes libros, que, Zola nunca quiso a otro personaje como llegó a querer a Naná, y de haber conseguido ver la película de Renoir, es bien seguro que, sobre todo él, la hubiera repudiado, más, cuando hubiese visto a la improcedente 'actriz' -la señora Hessling-, que eligió Renoir para representar a Naná: El colmo de sobreactuada, cero dulzura, en nada carismática… y sin atractivo alguno. Tan sólo en el hecho de que también era un tramposo, puede explicarse uno que, un personaje como el conde Vandeuvres (muy bien representado por Jean Angelo), con su porte y su cultura, pudiese interesarse en alguien tan radicalmente vulgar como la Naná de Catherine Hessling, que no sobrepasa a una mala prostituta caricaturizada. En cambio, en la novela, enamorarse de la hija de Gervaise que describe Zola, era inevitable.

Con esto, toda la estética se desvanece y el filme se derrumba como un gigantesco castillo de naipes, probando una vez más que, el diseño de producción no basta para alcanzar el éxito, pues, también la sensibilidad es indispensable.
Luis Guillermo Cardona
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