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Voto de Natxo Borràs:
5
Terror. Ciencia ficción El doctor Pretorius (Ted Sorel) y su colega, el doctor Tillinghast (Jeffrey Combs), trabajan en un experimento sensacional. A través de la estimulación de la glándula pineal quieren abrir la mente a dimensiones superiores. Cuando el experimento tiene éxito son atacados por unas terribles formas de vida... (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la buena acogida de “Re-Animator” (film-icono del horror de los ochenta que triunfó en Sitges y recordada por su salvaje aportación al subgénero gore), el realizador Stuart Gordon y el productor Brian Yuzna rodaron inmediatamente otra adaptación de H.P. Lovecraft algo más compleja pero sin desquitarse del personaje de científico loco que tan bien le quedaba a su actor fetiche, el californiano Jeffrey Combs (posteriormente reclutado por Yuzna para la derrochada productora Fantastic Factory) y a la heroína erotómana que le sigue o es perseguida la siempre agradecida presencia de Barbara Crampton.

Un científico, el profesor Edward Pretorius (Ted Sorel) y su ayudante Crawford Tillinghast (Jeffrey Combs) consiguen que a través de la glándula pineal del cerebro se puedan exponer a nuevas formas de vida increíbles no percibidas aunque siempre han estado presentes. Todo eso gracias a su revolucionario experimento, el Re-Sonator, que los motiva peligrosamente a seguir curioseando en ese inframundo oculto aunque sus fatales consecuencias no tardan en surgir. Una psiquiatra (Barbara Crampton) y un agente de policía (Ken Foree) corroborán el testimonio de Tillinghast tras la desaparición de Pretorius.

H.P.Lovecraft en estado puro en un film bastante enriquecedor en cuanto a su intención, al menos para los fans del género, y que demostró la capacidad del productor Brian Yuzna en seguir moviéndose por los terrenos del gore y la plastilina dirigiendo alguna desafortunada secuela como “La Novia de Re-Animator” (Bride of Re-Animator, 1988) o alguna sorprendente perla de género como “Society” (1990).
Natxo Borràs
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