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Voto de Natxo Borràs:
1
Comedia Felipe es un hombre que ama a la vida, pero que por desgracia no puede saborearla en toda su plenitud ya que un accidente le tiene postergado en una silla de ruedas. Simona, su esposa, es una mujer joven y hermosa con grandes ansias de ser amada. Como Felipe no puede satisfacerla, se refugia en los brazos de la secretaria de su marido, una fascinante muchacha llamada Mirella. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ricard Reguant, aparte de ser recordado por intentar quitar audiencias al programa “Operación Triunfo” con su descalabrado “Estudio de Actores”, fue uno de los nombres más respetados en la cinematografía española de los iniciales ochenta en pleno esplendor del “destape” también conocido como cine “S”. Calificación, ya extinta y pasada a mejor vida pero que nos dejó títulos como “El Fontanero, su Mujer y otras cosas de meter” (1981) de Carlos Aured.

Reguant, que firmaba con el pseudónimo de Richard Vogue, no sabemos si por desdicha o porque le gustaba quedar bien como “extranjero” en su tierra o porque sonaba muy bien como pseudónimo exportable no más allá de los Pirineos, recurre a los tópicos de la mayoría de susodichas cintas de esa gloriosa época de desnudos, revolcones, “voyeurismo” e incluso ansias de zoofília. Prácticamente la película gira entorno en un mismo escenario: un chalet (vaya usted a saber, en Matadepera o Castelldefels, que no quede muy lejos de Barcelona…) con sus extensiones de césped y una cuadra con sus rocinantes caballos. Es allí donde vive un millonario anciano postrado en una silla de ruedas (interpretado por Josep Castillo Escalona que se puso el nombre de Bruno Merli para no levantar sospechas, olé sus huevos) que para satisfacer a su joven y aburrida esposa sueca Simona a quien tanto le gusta tomar el Sol en Top-Less (Marina Hedman) le envía a su secretaria Mirella (Hélène Shirley) para que jueguen al teto, a la vez que el hijo y heredero del buen hombre también se presenta después de perder el tiempo estudiando y viajando por el mundo para no perderse ninguna partida. Añadir que el mayordomo y la criada de la casa tampoco quedarán ajenos a la situación.

En fin, un producto infumable, costeado con unos cuantas miles de las antiguas pesetas para alquilar la bonita casa (entre otras cosas) y disfrutar así de los buenos paisajes de los alrededores.
Natxo Borràs
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