Si algo se puede decir de Steven Spielberg es que es el mago de los éxitos de taquilla. Desde los albores de su carrera como director de cine ha sabido cómo conectar con el gran público bien a través de historias tiernas o desgarradoras, frenéticas o reflexivas, superficiales o introspectivas.

En Ready Player One, el “Rey Midas de Hollywood” despliega su buen saber hacer para proporcionarnos un artificio de entretenimiento puro con todos sus ingredientes fundamentales: una historia simple pero bien cimentada en unos personajes igualmente simples pero con apariencia de humanidad, acción a raudales con muy pocos descansos, una historia de amor, una espectacular imagen (muy grande, como siempre, Janusz Kaminski) en la que hay animación informática a raudales, un ligerísimo atisbo de reflexión acerca de los “mundos virtuales”, una simpática colección de éxitos musicales de décadas pasadas y una tonelada de homenajes a películas y videojuegos… en resumidas cuentas: UNA BREVE SÍNTESIS DEL ENTRETENIMIENTO MODERNO.

¿El resultado?

Como no podía ser de otra manera, un producto entretenido, poco más.