El cine onírico es una fuente inagotable de historias, que, como huellas digitales, son imposibles de comparar y por supuesto, de encasillar. Entonces, bajo estos conceptos (que en realidad son inexistentes) se puede mover con mayor libertad un director.

Como un guitarrista que decide tocar un día con los codos. Seguramente será una pieza única e irrepetible, no importa si buena o mala...diferente.
One Day, un collage de situaciones y encuentros plagados de sutilezas y sensibilidad, es una película onírica.

Sus personajes saltan de sueño en sueño, o de realidad en realidad, sin quedar esto claro (y mucho menos, sin importarnos).
En cada sueño, en cada situación, hay un mensaje que puede servir para el próximo sueño o situación.

Dos chicos, abandonando la adolescencia, se cruzan infinidad de veces, en sueños, en momentos, en distintas épocas y bajo diferentes preceptos.

Afirmarse y salir airosos de esta experiencia de "suelo débil" no es fácil.
Porque One Day no es fácil. Porque no sirve de nada encararla con cotas, líneas y flechas.
Porque someterla a un determinismo obligado o tratar de encasillarla en nuestros cánones habituales sólo hará la experiencia más tediosa.

La idea es llegar frente a ella sueltos de cuerpo, relajados y con la cabeza en blanco, sin esperar nada y dejándose llevar.
Al igual que la tan criticada como maravillosa Synecdoche New York, intentar atraparla en pleno vuelo sólo puede matarla.

Nos queda a los mortales sentarnos a verla pasar, como un ave, libre y talentosa.

Recomendado su visionado al menos en dos oportunidades.
One Day es un 7,5, pero sólo porque la ví por primera vez.