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Drama
"No tomarás el nombre de Dios en vano": Dorota, una mujer embarazada, visita en el hospital a su esposo moribundo (Andrzej). Segundo de los diez mediometrajes realizados para la televisión por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz, denominados genéricamente "Decálogo". cada uno de ellos se inspira en uno de los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
19 de agosto de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda entrega del "Decálogo" es una de las más notables de la serie. Alusiva al mandamiento "no invocarás el nombre de Dios en vano" nos sitúa ante los problemas de las leyes que derivan de las relaciones humanas. La responsabilidad hacia quién nos ama y amamos, la incidencia cuasi cómica, por remota, que podemos tener en la existencia o no de alguien. Como todas, nos sitúa en la amable posibilidad que para cumplir un mandato se tenga que actuar de modo opuesto a la comprensión primera de la norma. Si en la primera entrega veíamos lo polimorfo de la fe, en ésta vemos lo sacro de la mentira.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Los personajes principales son dos, si bien juegan un papel importantísimo en la película las relaciones afectivas que éstos mantienen. Por lo tanto no dudo en decir que la familia del médico, así como el marido y el amante de la mujer embarazada, son protagonistas de la cinta. Los vemos aparecer bajo la forma de su significado relacional con los protagonistas, no físicamente. La primera relación entre los protagonistas es de resentimiento: el médico rechaza la mujer porque ésta mató a su perro, por lo que aparentemente renuncia a tomar un papel humano y responsabilizado ante la posible muerte del marido de la mujer, muerte de la cuál depende el nacimiento o no del único (en sentido estricto) hijo de ésta. Pero Kieslowski, magistral y sutil, sabe caracterizar el médico en su faceta más humana: entre las mejores cosas de esta película está que el médico no representa ni la medicina ni la autoridad sobre la vida y la muerte... sino que es un humano más bajo la amable y universal posibilidad que antes comentaba de determinar la existencia de la vida de los demás, existencia que se construye en función de las cuestiones que determinan la conciencia de cada uno. En este caso, aunque el médico intenta no mezclar su historia personal con la historia de la mujer de su paciente (por eso gira la fotografía de su familia muerta cuando ésta lo visita), acaba decidiendo traer a alguien al mundo por la vía de la mentira y del silencio. Sabiendo que la felicidad de su mujer (y del paciente moribundo) dependen de esta vida, el médico miente para garantizar la felicidad de una familia que casi no conoce y que en un principio odiaba. El mejor personaje es sin duda el médico: habiendo perdido sin ningún motivo a su familia no le carcome el sentimiento de injusticia ante la antítesis de su historia: que se salven dos vidas que tenían la muerte como posibilidad mayor. Dios aparece aquí en el silencio interno del médico, y en la ternura infinita del altruismo que miente. Dios aparece en la traición de aquellos que quisieron hacerlo yugo. Preciosa.