Media votos
6,5
Votos
5.734
Críticas
5.233
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
7
6,1
10.251
Aventuras. Drama
Durante un viaje en solitario a través del Océano Índico, un hombre (Robert Redford) descubre al despertar que el casco de su velero de 12 metros se ha agrietado tras una colisión con un contenedor que flotaba a la deriva. A pesar de las reparaciones, de su experiencia marinera y de una fuerza física que desafía su edad, a duras penas logra sobrevivir a la tormenta. Pero el sol implacable, la amenaza de los tiburones y el agotamiento de ... [+]
7 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
137/02(03/07/17) Sugerente ejercicio de estilo esta segunda realización de J.C. Chandor (también guionizada por él), una arriesgada propuesta para cinéfilos que gusten de cine seco, desprovisto de artificios, de adornos, una oda a la supervivencia y al espíritu indómito humano, a su fe y esperanza, ello enmarcado en una cinta que recuerda en su idea a otras recientes como “Naufrago”, “Buried”, “127 horas”, “La vida de Pi”, “Gravity” e incluso a otras más antiguas como “Las aventuras de Jeremiah Johnson” (Redford también lo lidera) o adaptaciones de la obra de Hemingway “El viejo y el mar”, pero este film protagonizado por un memorable Robert Redford se distingue de todos estos en que tiene un único personaje y nada sabremos de él, nada de su pasado, nada de lo que hace en medio del océano Indico (lo sabremos por un cartelito sobreimpresionado, está a 17 mil millas náuticas del Estrecho de Sumatra) , nada de hacia dónde va, nada de flash-backs (exceptuando que está contada con uno), no hay recuerdos, ensoñaciones, monólogos, amigos imaginarios, fotos que nos den pistas, ni tan siquiera su nombre, no hay voz en off (excepto el inicio en fundido negro)que nos dé información, apenas unas palabras de desesperación, del resto del metraje hablan, y con poderío sus acciones y reacciones, estas nos dan el carácter de un tipo mayor que se resiste a hundirse, que desea vivir, pero tampoco su modo de actuar es tratado con épica o gran espectacularidad homérica, es un tipo común arrollado por la naturaleza y por el capitalismo desalmado, ejemplo ese contenedor de calzado caído de un navío de transporte, que es el principio de sus desdichas. Relato minimalista y original en su desarrollo, tanto que no es apto a todos los paladares que esperen una odisea epopéyica de aventuras Robisinescas, es una narración sin subrayados, serena y reposada, con calma deja que el estado de ánimo de “Our man” (así lo definen en los créditos finales) nos llegue, su cansancio y soledad, su fragilidad ante los elementos, convirtiéndola por esto en una historia con de claro sentido humanista. Nominada para el Oscar a la Mejor Edición de Sonido (Steve Boeddeker y Richard Hymns), ganó el Globo de Oro a la mejor banda sonora (Alex Ebert). Redford nominado por su actuación al Globo de Oro y ganó premio Círculo de Críticos de Nueva York al mejor actor.
En el arranque suena en off la voz de Redford contándonos va a tirar la toalla ante su desesperación “He luchado hasta el final. No estoy seguro si vale la pena. Pero sé que lo hice", deja de luchar por su supervivencia, acepta la llegada de la muerte. Una vez grita “joder”, en otra “Dios” y hay momento que suplica inútilmente ayuda a través de la radio de a bordo.
Historia que pone al Humano, por eso no se le pone nombre, ni fondo, nos representa a todos, es un epítome del (o mujer) puesto al límite, persona puesta al borde del abismo, hablándonos de la vida y la muerte, de la capacidad humana para adaptarse a las dificultades, de cómo a cada problema se busca una solución, el Mar y las condiciones climáticas conforman la alegoría del Dios de la Naturaleza, de cómo somos una pluma en medio del todopoderoso cosmos, y de cómo nuestro tesón, inteligencia e innato espíritu de supervivencia nos puede hacer esquivar la mortalidad. Todo esto lo exhibe el realizador mediante su correa de transmisión única con el espectador, un colosal Redford, y a través de él se nos emite un realismo sofocante, doliente, angustioso, hundiéndonos en sus quehaceres rutinarios contra sus infortunios, desde remendar el agujereado casco, drenar el agua del barco, medio-apañar la radio, afeitarse, salvar tormentas como puede, desalar agua, y más recursos mostrados con destellos de adusta autenticidad. Ello en un crescendo calmoso con buenos picos (extraordinaria el destello de darwinismo en el mar cuando es “robada” la pesca de “Our man” por un tiburón), hasta desembocar en un bello e intenso rush final (spoiler).
Chandor sabe mantener la atención en un espacio angosto, que tras un devastador incidente se reduce aún más, ello con un naturalismo hondo, de un detallismo rallando en lo enfermizo, ello con la diáfana intención de hacernos calar ese mundo que se le viene encima poco apoco a “Our man”, apenas hay planos abiertos del mar, derivando en proyectar asfixia ambiental, con un manejo de la cámara que produce en el espectador claustrofobia, en muchos momentos el objetivo se mantiene cuasi-subjetivo, planos muy cercanos, vivimos las tormentas encerrados en el barco o dentro de la balsa, con lo que la sensación de desorientación y empatía con el protagonista es mayor, de hecho destacan más las tomas desde el fondo del mar con el náufrago visto desde abajo, con lo que se consigue un efecto de soledad aún mayor.
En su originalidad están sus taras, o lo que puede hacer a mucha gente no le agrade, en que es complicado empatizar con alguien del que nada sabremos, nada de profundidad, yo lo entiendo como que es un susodicho epítome de todos nosotros, pero también esto repercute en cierta gelidez, pues solo estamos allí presentes como observadores de alguien que intenta sobrevivir, pero al ser un relato “in media res”, sin indicios sobre su pasado es complejo asirse a él, pues no sabemos que es lo que le espera en si se salva, un relato lineal desprovisto escenas espectaculares, comprendo es difícil para el gran público. Esto aderezado por ciertos bajones, ciertas redundancias (spoiler) que dilatan el ya de por si pausada cadencia narrativa, que pueden agotar, quizás menos tiempo habría aportado más solidez.
En el arranque suena en off la voz de Redford contándonos va a tirar la toalla ante su desesperación “He luchado hasta el final. No estoy seguro si vale la pena. Pero sé que lo hice", deja de luchar por su supervivencia, acepta la llegada de la muerte. Una vez grita “joder”, en otra “Dios” y hay momento que suplica inútilmente ayuda a través de la radio de a bordo.
Historia que pone al Humano, por eso no se le pone nombre, ni fondo, nos representa a todos, es un epítome del (o mujer) puesto al límite, persona puesta al borde del abismo, hablándonos de la vida y la muerte, de la capacidad humana para adaptarse a las dificultades, de cómo a cada problema se busca una solución, el Mar y las condiciones climáticas conforman la alegoría del Dios de la Naturaleza, de cómo somos una pluma en medio del todopoderoso cosmos, y de cómo nuestro tesón, inteligencia e innato espíritu de supervivencia nos puede hacer esquivar la mortalidad. Todo esto lo exhibe el realizador mediante su correa de transmisión única con el espectador, un colosal Redford, y a través de él se nos emite un realismo sofocante, doliente, angustioso, hundiéndonos en sus quehaceres rutinarios contra sus infortunios, desde remendar el agujereado casco, drenar el agua del barco, medio-apañar la radio, afeitarse, salvar tormentas como puede, desalar agua, y más recursos mostrados con destellos de adusta autenticidad. Ello en un crescendo calmoso con buenos picos (extraordinaria el destello de darwinismo en el mar cuando es “robada” la pesca de “Our man” por un tiburón), hasta desembocar en un bello e intenso rush final (spoiler).
Chandor sabe mantener la atención en un espacio angosto, que tras un devastador incidente se reduce aún más, ello con un naturalismo hondo, de un detallismo rallando en lo enfermizo, ello con la diáfana intención de hacernos calar ese mundo que se le viene encima poco apoco a “Our man”, apenas hay planos abiertos del mar, derivando en proyectar asfixia ambiental, con un manejo de la cámara que produce en el espectador claustrofobia, en muchos momentos el objetivo se mantiene cuasi-subjetivo, planos muy cercanos, vivimos las tormentas encerrados en el barco o dentro de la balsa, con lo que la sensación de desorientación y empatía con el protagonista es mayor, de hecho destacan más las tomas desde el fondo del mar con el náufrago visto desde abajo, con lo que se consigue un efecto de soledad aún mayor.
En su originalidad están sus taras, o lo que puede hacer a mucha gente no le agrade, en que es complicado empatizar con alguien del que nada sabremos, nada de profundidad, yo lo entiendo como que es un susodicho epítome de todos nosotros, pero también esto repercute en cierta gelidez, pues solo estamos allí presentes como observadores de alguien que intenta sobrevivir, pero al ser un relato “in media res”, sin indicios sobre su pasado es complejo asirse a él, pues no sabemos que es lo que le espera en si se salva, un relato lineal desprovisto escenas espectaculares, comprendo es difícil para el gran público. Esto aderezado por ciertos bajones, ciertas redundancias (spoiler) que dilatan el ya de por si pausada cadencia narrativa, que pueden agotar, quizás menos tiempo habría aportado más solidez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Robert Redford a sus ya arrugados (a pesar del penos botox) 77 años realiza en mi modesta opinión la mejor actuación de su carrera (y es larga y exitosa), su tour de forcé es simplemente antológico, desbordando en su hieratismo una credibilidad asombrosa, arrolla con su serenidad, con su aceptación de la situación, con su laconismo ante el encadenado de desgracias, interpretación crepuscular, dejando sentir su veteranía, con una intensidad sutil manejada de modo formidable que solo estalla en un momento de rabia, con una fisicidad (a su edad) fenomenal, con una mirada templada, inundando de existencialismo su rol, de una sobriedad punzante, de una calma cual Santo Job, de aislamiento, de estar a merced de los elementos, sublime actuación.
Excelente puesta en escena por lo bien que traslada al espectador el clima sosegado requerido, con un fenomenal diseño de producción de John P. Goldsmith (“El último samurái” o “Las aventuras de Tintin”), aunque en apariencia parco, resulta laborioso, pues está rodado en varios lugares, en México (Fox Baja Studios en Rosarito, allí en un tanque gigante construido originalmente para la película de 1997 “Titanic”, Rosarito Beach, Ensenada, en mar abierto en Bahamas (Nassau, Lyford Cay), en California (San Pedro, Port of Los Angeles, Santa Catalina Island, Channel Islands), todo esto filtrado por la fotografía en la superficie de Frank G. DeMarco (“Hedwig and the Angry Inch” o “Margin call”), pegado a “Our man”, haciéndonos sentir casi en primera persona su padecimiento creciente, emitiendo opresión a medida avanza el relato (sea en el interior del barco o del bote salvavidas), cámara que se adapta a cada momento de modo muy cuidado, con apenas planos panorámicos, y con muchas tomas bajo el agua, estás bajo la bella cinematografía de Michael Zuccarini (“Piratas del caribe” o “La vida de Pi”), de una poesía escalofriante el último tramo en el fondo del mar. Acompaña suave y grácilmente la música compuesta por Alex Ebert (“El año más violento” o “Focus”), poco intrusiva, pero cuando aparece ensalza con neurálgicamente los fotogramas.
Subyace una lectura contra el descarnizado y deshumanizado capitalismo representado en el contenedor de carga que es raíz de los desfortunios de “Our man”, esto se acentúa conociendo la temática del primer film del realizador, “Margin Call”, que trata sobre el hundimiento de un banco en plena crisis económica, de cómo este contenedor es el epítome del susodicho capitalismo globalizado, este deja a la intemperie al protagonista, desorientado, varado, con hambre, con sed y al borde de la muerte, esto atomizado por esos dos colosos en modo de grandiosos barcos de carga con contenedores que pasan al lado del náufrago sin que se vean personas a bordo, Titanes desprovistos de alma, pasan a su lado sin hacerle caso, ignorando sus bengalas y gritos de auxilio, pasan lentos pero sin que parezcan tengan vida en su interior, haciendo más remarcada la soledad del protagonista ante el Mundo capitalizado.
Spoiler:
Ejemplo notorio del sadismo en la redundancia es que no sea un barco de carga el que se cruce con “Our man” y pase de él como de la mierda, son dos, no hacía falta tanto subrayado.
Gran final, rebosante de lirismo visual, quemando todas sus esperanzas (física y figuradamente), decide ante su nefasto futuro dejarse ir, y entonces se deja hundir en el fondo marino pero mientras cae a las profundidades marinas con estoicismo ve la sombra de un barco acercarse a su balsa ardiendo, la desesperanza se vuelve ilusión, y bucea hacia la superficie cuando una mano se sumerge del exterior para ofrecerle la Salvación, hay quien puede entenderlo incluso como que está muerto y es el cielo quien lo eleva, abierto a interpretaciones.
En conjunto un áspero pero agradecido film que enaltece el espíritu de supervivencia humana, de los que al acabar te sientes reconfortado, aun con sus aristas. Fuerza y honor!!!
Excelente puesta en escena por lo bien que traslada al espectador el clima sosegado requerido, con un fenomenal diseño de producción de John P. Goldsmith (“El último samurái” o “Las aventuras de Tintin”), aunque en apariencia parco, resulta laborioso, pues está rodado en varios lugares, en México (Fox Baja Studios en Rosarito, allí en un tanque gigante construido originalmente para la película de 1997 “Titanic”, Rosarito Beach, Ensenada, en mar abierto en Bahamas (Nassau, Lyford Cay), en California (San Pedro, Port of Los Angeles, Santa Catalina Island, Channel Islands), todo esto filtrado por la fotografía en la superficie de Frank G. DeMarco (“Hedwig and the Angry Inch” o “Margin call”), pegado a “Our man”, haciéndonos sentir casi en primera persona su padecimiento creciente, emitiendo opresión a medida avanza el relato (sea en el interior del barco o del bote salvavidas), cámara que se adapta a cada momento de modo muy cuidado, con apenas planos panorámicos, y con muchas tomas bajo el agua, estás bajo la bella cinematografía de Michael Zuccarini (“Piratas del caribe” o “La vida de Pi”), de una poesía escalofriante el último tramo en el fondo del mar. Acompaña suave y grácilmente la música compuesta por Alex Ebert (“El año más violento” o “Focus”), poco intrusiva, pero cuando aparece ensalza con neurálgicamente los fotogramas.
Subyace una lectura contra el descarnizado y deshumanizado capitalismo representado en el contenedor de carga que es raíz de los desfortunios de “Our man”, esto se acentúa conociendo la temática del primer film del realizador, “Margin Call”, que trata sobre el hundimiento de un banco en plena crisis económica, de cómo este contenedor es el epítome del susodicho capitalismo globalizado, este deja a la intemperie al protagonista, desorientado, varado, con hambre, con sed y al borde de la muerte, esto atomizado por esos dos colosos en modo de grandiosos barcos de carga con contenedores que pasan al lado del náufrago sin que se vean personas a bordo, Titanes desprovistos de alma, pasan a su lado sin hacerle caso, ignorando sus bengalas y gritos de auxilio, pasan lentos pero sin que parezcan tengan vida en su interior, haciendo más remarcada la soledad del protagonista ante el Mundo capitalizado.
Spoiler:
Ejemplo notorio del sadismo en la redundancia es que no sea un barco de carga el que se cruce con “Our man” y pase de él como de la mierda, son dos, no hacía falta tanto subrayado.
Gran final, rebosante de lirismo visual, quemando todas sus esperanzas (física y figuradamente), decide ante su nefasto futuro dejarse ir, y entonces se deja hundir en el fondo marino pero mientras cae a las profundidades marinas con estoicismo ve la sombra de un barco acercarse a su balsa ardiendo, la desesperanza se vuelve ilusión, y bucea hacia la superficie cuando una mano se sumerge del exterior para ofrecerle la Salvación, hay quien puede entenderlo incluso como que está muerto y es el cielo quien lo eleva, abierto a interpretaciones.
En conjunto un áspero pero agradecido film que enaltece el espíritu de supervivencia humana, de los que al acabar te sientes reconfortado, aun con sus aristas. Fuerza y honor!!!