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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama. Ciencia ficción Jamie Salter es un cómico fracasado que se convierte en la voz de Waldo, un anárquico personaje animado de un típico late night de humor. La vida de Salter se escapa de control cuando, frustrado por el mundo de la política, el oso azul Waldo se convierte en un firme candidato en las próximas elecciones. Tercer episodio de la segunda temporada de la miniserie "Black Mirror" creada por Charlie Brooker. (FILMAFFINITY)
8 de agosto de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
61/03(03/04/13) El tercer y último capítulo de esta temporada de ‘Black Mirror’ vuelve a escribirlo el creador Charlie Brooker, esta vez con la ayuda de Chris Morris (‘Four Lions’) se arremete con ingenio contra los que se dejan manipular mediante soflamas rompedoras, mediante demagogos discursos, contra los que solo se meten con el rival sin proponer algo, Charlie es directo como una flecha al corazón de nuestra alma títere.
El protagonista es Waldo, un Oso azul virtual que maneja y da voz tras las cámaras un lenguaraz cómico, Jamie Slater (buen Daniel Rigby), este Oso es seguido por la tele por gran audiencia en un show televisivo en el que arremete con sarcasmo contra los políticos, tanto éxito está teniendo en sus ataques demagógico-escatológicos que la cadena piensa en rizar el rizo y lo presentará a las elecciones locales como una burla al sistema, Waldo perseguirá y acosará al candidato favorito, un conservador Liam Monroe (buen Tobias Menzies), haciendo mofa de sus propuestas, es tan popular en su rastrera y rebelde campaña electoral que empieza a tener serias posibilidades de ganar, Jamie entonces comienza a sentirse manipulado por la cadena, lo quieren dirigir hacia unos intereses ocultos y se rebela.
Inteligentemente la cinta nos advierte de los peligros de en tiempos difíciles (cuando no lo son) dejarnos caer en manos de supuestos rebeldes políticos, la historia está repleta de ejemplos, en España tenemos un ejemplo menor pero que da medida de lo que puede pasar en ámbitos mayores, me refiero al concurso de Eurovisión en el que la audiencia mediante votos mandó al certamen a un cómico como símbolo como burla a la rancia competición, eso sí, por el camino se llenó de plata la productora privada del señor Buenafuente, siendo este cómico el que más se río, y fue de nosotros.
Cuando terminé de verlo me pareció el más flojo de la temporada, pero paradójicamente, el tiempo ha hecho que me dejara huella por su profunda propuesta, su mensaje de que los políticos comunes nos resultan jartibles, estereotipos sin más almas corrompibles, y que si sale un pato, un conejo o porque no un Oso azul tirándose pedos en la cara de estos nos echaremos en sus brazos resulta mordaz y deprimente a la vez. Se ataca con virulencia a los medios de comunicación, a los políticos y sobre todo a las masas borreguiles, se cumple aquello de que es más fácil manejar a mil personas que a una sola.
El elemento que juega más en su contra es la previsibilidad, pero su trepidante ritmo nos atrapa desde el inicio, la historia abre dos líneas, una es la que le ocurre a Waldo y su ascensión, la otra es la caída en desgracia de Jamie Slater, de cómo la creación se traga a su creador, lo engulle, esta segunda parte es la que menos fuerza tiene, muy tópica, la primera fascina por lo realista que resulta. Su guión tiende a ser más lineal, más directo, no tiene los niveles de oscuridad de otros.
Su inquietante mensaje llega nítido en un epílogo demoledor, Brooker vuelve a dejar poco lugar a la esperanza, su sátira sobre lo fácil que es construir iconos es de lo más cercana a la realidad, En Nápoles, durante la estancia de Maradona en su equipo de futbol, llegaban las elecciones y cientos de personas le votaban, y ni se presentaba, si lo hubiera hecho seguro habría ganado, y menudo cafre. Brooker incide sobre lo retorcido del idealismo, de cómo este siempre por muy puro que sea acaba sometido a un poder mayor y pervertidor, vean si no el clásico de Capra ‘Juan Nadie’, aunque este siempre dejaba lugar al optimismo, Brooker duele más pues nos retrata verazmente, no intenta aleccionar, nos tritura con lo que somos, si no aprendemos estamos abocados a nuestra autoextinción.
Brooker viuelve a ofrecernos material para la reflexión, para el debate, nos expone un escenario ambiguo sobre si son mejores los políticos al uso o los Iconos prefabricados por medios de comunicación volubles, los simpáticos, los que nos dan soluciones simples a problemas complejos, este Icono en su tiempo se llamó Adolf Hitler.
En conjunto queda un muy buen film de visión obligada para los que se enganchan a líderes hipócritas con soluciones para todo, y qu hará removerse tu conciencia. Fuerza y honor!!!
P.D. Espero con ansias la tercera de esta impactante serie. Larga vida a Charlie Brooker!
TOM REGAN
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